Dos grandes hechos de la política, no por excepcionales pero sí por extraordinarios, han venido a regar de esperanza el futuro de esta gran nación llamada España. Casi al mismo tiempo que el Gobierno y Ciudadanos alumbraban un presupuesto, Irene Montero y Pablo Iglesias han anunciado por las redes sociales que van a ser padres de mellizos. «Quiero compartir algo con vosotras y vosotros», escribió ella. «Pablo y yo hemos emprendido un camino que en los próximos meses revolverá nuestras emociones, transformará mi cuerpo y llenará nuestras vidas de belleza y algunas noches sin dormir».

Montero, según ha querido transmitir a su ´tribu´, está embarazada de casi 13 semanas y dentro de ella crecen dos criaturas como dos soles. Enseguida han acudido raudos a felicitar a la dichosa pareja los tíos Echenique y Monedero, que también se han mostrado dichosos. La diputada de Podemos entiende que «la maternidad es un proceso tan hermoso como intrincado, lleno de situaciones, emociones y preguntas que no salen en las películas ni en los cuentos». Por eso agradece el apoyo recibido de las madres, amigas y compañeras que le han ofrecido su mano. Juntas recorrerán el camino, escribe. Es decir, «nosotras».

Hace ya muchos años Santiago Liniers y Francisco Silvela, la ironía más fina de la Restauración, escribieron el gran tratado de la cursilería: Filocalia o el arte de distinguir a los cursis de quienes no lo son. Lo cursi viene de lejos. Hay quienes atribuyen el origen de la palabra a un sastre francés de Cádiz de nombre Sicour y a sus hijas, que acostumbraba a vestir como dos repollos con lazos. Los marineros de La Carraca cantaban a su paso «ahí van las niñas de Sicour, Sicour, Sicour€» y las sílabas se iban uniendo hasta redondear el vocablo. En cualquier caso, nada ha sabido adaptarse a los tiempos como la cursilería capaz de elevar los sentimientos igual que una grúa los bloques de hormigón más pesados.