El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa», nos comenta el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. La risa sigue siendo para la ciencia uno de los misterios más enigmáticos de la naturaleza humana.

Nos reímos por situaciones divertidas, de lo que observamos y escuchamos, por recuerdos o imágenes mentales. Reímos para celebrar; por sorpresa ante algo imprevisto; por contagio cuando los demás ríen; por miedo o para suavizar amenazas reales o ilusorias; para socializar y ser aceptados; por lo absurdo... Lo que sí resulta científicamente evidente es que la risa es saludable: se ha argumentado que el córtex cerebral libera impulsos eléctricos un segundo después de comenzar a reír, eliminando de nuestro organismo la energía negativa.

Un estudio realizado por el danés Meik Wiking, director del Instituto de la Investigación de la Felicidad, llevado a cabo en una veintena de urbes de Europa, Asia, África y América del Norte y plasmado en su libro Lykke, en busca de la gente más feliz del mundo concluye: las personas del planeta que más sonríen viven en Málaga. Otro récord más para una ciudad que no cesa de batirlos tras la recién concluida Semana Santa en cuanto a turismo, pasajeros de la EMT, recogida de residuos, intervenciones de la Policía Local, servicios de información turísticas...

Si este osado dictamen está en lo cierto y parafraseando a Víctor Hugo, los malagueños representamos con la risa el sol que ahuyenta el largo invierno de obras sin finalizar, de proyectos poco sostenibles para nuestro horizonte, de sempiternas pugnas entre administraciones..., un sinfín de dilemas que en Málaga sobrellevamos gracias a la sonrisa, un modo de lamentar con bondad. A seguir hallando tiempo para la risa.