Aquello de al enemigo ni agua es aceptable, o no, según qué circunstancias y en qué contexto. Para empezar, en política no hay o no debiera haber enemigos, sí adversarios. Los enemigos serían aquellos que se oponen a que el país crezca, el gasto social aumente, nuestro sistema impositivo redunde en una justa redistribución de la riqueza o se alente, apoye o simplemente se pongan de lado ante cualquier declaración unilateral de independencia. La cuestión cambia cuando el noble arte de la política deja de ejercerse con la responsabilidad que exige el mantenimiento de una posición ideológica para convertirla en un medio de destrucción al adversario, aunque para ello no duela en prendas actuar contra los intereses generales de todo un país.

Es entonces cuando el que hasta ese momento era adversario, se autoproclama enemigo, enemigo del sistema, enemigo del bienestar social, enemigo de la integridad territorial, enemigo hasta de sí mismo.

Esta es la actitud del partido socialista con su manifestada negativa a apoyar los presupuestos estatales, autodeclararse enemigo de España como país por no desactivar, con sólo cinco votos, el chantaje del PNV que exige como contrapartida para apoyar los presupuestos desactivar la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Una vez más el líder del socialismo español da muestras de su indigencia mental que aleja a su formación de ser una opción responsable de alternancia en el gobierno, como siempre ha sido.

No es entendible su no es no a unos presupuestos que suben las pensiones mínimas un 3%, un 2% las de viudedad, que destina el 55% del presupuesto total a gasto social y el 41% al pago de pensiones. Ejercer la oposición requiere ciertas dosis de criterio y responsabilidad en el juego de desgastar al adversario político, pero salvando los muebles. Decir no por el no es negarse a la subida de las pensiones, es rechazar la equiparación salarial de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, es negarse a la subida salarial de los empleados públicos, es una afrenta a los trabajadores de este país cuya exención del IRPF pasará de 12.000 a 14.000 euros, es oponerse a la bajada de impuestos a ganaderos y agricultores, es decir no a la reducción del IVA cultural del 21% al 10%, es decir no a 50 millones de euros para becas, a la tarifa reducida para nuevos autónomos, etc. En definitiva es crearse demasiados enemigos para desgastar a quien sólo debe ser adversario político, pero no es no.