Ayer llamaron a la reina Letizia floja. Desde luego, en las redes sociales hay más ingenio que en la calle. Mira que es amplio el léxico castellano, mira que es gigantesca la nómina de venablos e invectivas, insultos, descalificaciones o ditirambos, sin embargo, la anónima vociferante eligió «floja». Se lo gritó cuando la nuera de nuestra querida Sofía salía de un acto oficial. Se lo gritó enérgicamente, lo cual es algo paradójico. Si es cierto que las palabras se contagian de su significado, floja debería ser una palabra floja, de pronunciación floja, o a sea, desganada, desidiosa, flojilla, flojeras, poco activa. Sin embargo, la persona que le dedicó tal epíteto lo gritó con coraje y denuedo, presteza y energía. Sí, qué energía, por Dios, uno que a esas horas tan temprana, está sólo para tomarse un cafelito energizante. O sea, está flojo. De tensión y ánimo y energía.

A Letizia el pueblo le está cogiendo ojeriza como se la cogió a tantas reinas y reyes. Antaño circulaban por los mentideros, como el de la grada de San Felipe, en Madrid, coplillas burlonas escritas con pluma de ave mojada en tinta de las que se hacían treinta o cuarenta copias que pasaban de mano en mano y que todo el mundo leía con regocijo. Eran sátiras hacia los poderosos, validos, reyes o reyezuelos. Pasó después, con panfletos ya de imprenta, más elaborados, con Isabel II. Pasó claro, con los Alfonsos, etc. y pasa ahora en la calle y en las redes sociales, donde circulan viñetas, memes, gracietas, graves insultos, albanzas, lisonjas, proclamas, ingenios o macanudeces varias, todo en una inmensa conversación ruidosísima. Letizia está no en el ojo, en el cráter del huracán sentada. El huracán es el aprecio y el humor del pueblo, que está levantisco. La suerte que tiene es que le quita algo de atención el caso Cifuentes. No fue a matricularse, no fue a clase, no fue a los exámenes y no presenta el trabajo fin de máster, y sin embargo, pone querellas. Lo decía ayer el periodista José Antonio Zarzalejos, en lo de Ferreras, «esta señora no tiene decencia cívica». Ni máster, cabría añadir.

Cifuentes es una presunta floja a la que presuntamente le regalaron un máster. Está como acabadita pero Ciudadanos la prefiere débil a derrocada para restar fortaleza electoral al PP. La verdadera prueba para el ingenio nacional, para la capacidad de adjetivación, para la gracia o la mala pipa sería que la reina y la máster fueran juntas a un acto. Sean educados.