Marbella multará a quien vaya por la calle sin camiseta. No es el único sitio. Es interesante ese deseo de los munícipes por fomentar el decoro y la estética. Tampoco se podrán «exhibir objetos o símbolos que representen órganos genitales o conductas sexuales», o sea, Marbella no quiere, y con razón, gente por ejemplo con un macro pene de plástico en la cabeza, costumbre esta que han adoptado no pocos jóvenes y jóvenas cuando celebran el pronto desposorio de un amigo o amiga. Algunos liberales ultras toman estas cosas como intolerable injerencia del Estado (los ayuntamientos son parte del entramado institucional estatal) en la conducta individual. Pero ya se sabe que los liberales ultra son muy partidarios del libre albedrío y el libre mercado mientras les va bien en él. Cuando no, piden regulación.

Lo que no sabemos es si estará prohibido rasgarse las vestiduras. Por ejemplo, vas por la calle, le cuentas a un conocido con el que te tropiezas el último escándalo político o de corrupción y el hombre va y te dice, muy alterado, eso es para rasgarse las vestiduras. Pues hay que pararlo ahí, decirle, no, no te las rasgues, que se te va a ver el torso y te pueden cascar una multa de hasta 750 euros. Que esa es otra, digo yo que habría que establecer tarifas. No es lo mismo mi torso desnudo (claramente multable) que el torso desnudo de un señor de veinte años con afición al gimnasio y escasa tendencia al consumo de bollos de crema, torrijas, milhojas o bienmesabes. No, no es lo mismo. Hay torsos denunciables de oficio y torsos bellos de admirar. La ordenanza marbellí ya trajo cola (cola, no pene) el año pasado. Hay cosas que se repiten como el ajo, o que se repiten cada año, como el verano, la Navidad, el jueves santo o los planes incumplidos para ir a los sanfermines. Son noticias cíclicas. Seguro que hay a quien multan cíclicamente. Medio en pelotas por la avenida Ricardo Soriano, zas, multazo. Año siguiente, medio desnudo por la Alameda, zas, multa. Y así, zas, zas, desplumado y en pelotas por la calle otro año más, pero ya no por gusto y sí por no tener dinero para ropa. La industria camisera está de enhorabuena, la de los politos también. Los fabricantes de objetos sexuales sin embargo, que habían encontrado un nicho de mercado en las juergas pre nupciales, se ven abocados a que sus productos se exhiban tan solo en cierta clandestinidad o en la intimidad. Es preferible.