Puede que Montoro sea un marciano. Pero hasta un extraterrestre sabría entender que en un incendio declarado en casa lo que no hay que hacer es pisarle la manguera al bombero que está intentando sofocarlo. El ministro de Hacienda, imbuido de esa presunción estúpida que le empuja a estar en muchas ocasiones por encima del bien y del mal, ha decidido convertirse en el detonante de una crisis con el Tribunal Supremo que el Gobierno no puede permitirse, ni por el bien de los intereses del España y ni siquiera por los suyos propios.

Lo peor de todo es que ni el propio Montoro, por muy suficiente que quiera parecer, es capaz de asegurar, en contra de lo que ha manifestado, que no ha existido el desvío de fondos para el 1-O. Va a pasar a la historia como el mayor necio de la eficacia de este país. Un genio. El independentismo, que ha recibido de su genial necedad un balón de oxígeno, ya se lo está agradeciendo. La malversación del dinero público por parte del procés, dadas las múltiples vías de fuga que existen, no es algo que pueda controlar tan alegremente como presume de ello Montoro, alias el infalible. Pero el ministro de Hacienda se ha empeñado en que sí, contradiciendo a la Guardia Civil y a la propia Abogacía del Estado, que se personó en la causa en febrero al considerar evidente dicha malversación por parte del independentismo.

A Mariano Rajoy le están creciendo los enanos. Si una gran parte de la opinión pública lo señala por inhibirse y dejar todo la carga pesada del procés a los jueces, lo que ya no va a tolerar es que el gobierno que preside se convierta además en un obstáculo. No ayuda y, para colmo de los colmos, estorba.