El fútbol está lleno de paradojas. De momentos que hay que saber asimilar. De alegrías entrecruzadas con penas. La misma semana que nuestro equipo conseguía el título de campeonas con derecho a disputar el ascenso a la Liga Iberdrola, el primer equipo sellaba su descenso en un campo y frente a un club como el Levante que vivió una situación parecida hace tres años, equipo donde yo jugaba entonces.

El fútbol es tan impredecible como apasionante, y en los años que llevo disfrutando de él sé que ante estas situaciones lo que toca es mirar adelante, fijarse metas pequeñas que crecerán con tu esfuerzo y resistir. Saber que el destino lo forjamos con nuestras acciones. Por eso, cuando el Málaga fue equipo de Segunda la semana pasada yo pensé en ellos y en su sufrimiento, pero también pensé que cada uno de los jugadores, cuerpo técnico, directivos y aficionados tienen ya una nueva meta. Una meta que consiste en entre todos devolver al equipo al sitio que merece.

Y es precisamente el Levante un buen ejemplo donde mirarse. Un club que convirtió su descenso en un estímulo, que supo generar inercias positivas tras un momento duro que duele en el alma de los aficionados. Aprender y seguir. Plantear retos.

Nosotras, por nuestra parte, trataremos que el Málaga femenino esté el próximo año en la máxima división del fútbol nacional. Buscaremos nuevos retos personales y de equipo en esta batalla diaria. Ojalá el próximo año juguemos un Levante-Málaga en la máxima categoría del futbol nacional femenino.