Nada más asombrosamente cool que asombrarse en inglés. To be amazed parece ser el apogeo del clímax orgásmico del asombro, últimamente. Lo asombroso, de un tiempo a esta parte, ha quedado relegado a mero aprendiz de lo amazing, que es más. Los humanillos realmente asombrados, si queremos expresarlo a la moda, debemos asombrarnos en inglés. Oh, my goodness...! Si no, seremos unos simples aprendices, unos piltrafillas asombrados de segunda división. ¡Perdón, se me ha escapado...!

-Asombroso el cinco a cero del Barça al Sevilla anoche... -comentario de un padre con marcado acento sevillano a su hijo, ya zagal, mientras almorzaban en familia en una mesa contigua a la mía en el restaurante Scheltema. Salut, Dirk!

-Asombroso sería para ti, papá, para mí fue rotundamente amazing... Porque fue el Barcelona, porque de haber sido el Madrid, hasta diez goles habrían sido un resultado normal -respondió el hijo, dejando meridianamente claro, no solo que no era culé, sino que era todo lo contrario. Y, para sentenciar, rubricó la frase:

-¡No ni na...!

El asombro forma parte de la naturaleza del hombre y, salvo excepciones, decrece de manera inversamente proporcional a su edad. Todos los bebés somos naturalezas asombradas florecientes, hasta que dejamos de serlo a base de desasombrarnos poco a poco y borrar definitivamente nuestra capacidad de asombro del listado de nuestras emociones. Que en la docta cofradía de provectos inspectores de obras voluntarios que conforman nuestros mayores no quepa el asombro, es doloroso.

Para Platón, el amor era el asombro de los dioses, y del asombro nacía el pensamiento, según él. Shakespeare, a través de su Julio Cesar, nos contó que su mayor asombro era que los hombres tuvieran miedo. Aristóteles definió la Metafísica como la respuesta a un acto de asombro. Santo Tomás se mojó más allá de lo habitual y llegó a definir la filosofía como hija del asombro. Goethe defendió que el asombro es lo más elevado a lo que puede aspirar el hombre. Freud nos confesó su asombro cuando descubrió que la interpretación de los sueños respondía más al arraigo de la superstición que a las interpretaciones médico-formales... Y, así, siguiendo el hilo conductor de la acepción nutricia del concepto, puedo imaginarme el momento magno de asombro de Newton y Fleming, y de Pitágoras y Arquímedes, y de Edison y Mendel... Amazing, isn´t´ it?

Lamentablemente, desde la acepción nada nutricia del concepto también hay materia para vivir el asombro, así, el racismo, la homofobia, los dogmas de fe asesinos... también son asombrosos en su esencia, y la discriminación y las brechas de igualdad, y la destrucción del planeta, y los locos coreanos y los descerebrados en nombre de las barras y estrellas, y los separatistas, y los presidentes de gobierno inmovilistas y tal y tal, y las presidentas modistas que solo ensartan la aguja del gesto afectado... también son asombrosos. El asombro, su parte oscura, también participa -y no poco- de la mala educación social que nos mata y que nos muere el asombro para convertirlo en emoción ausente, como la de esos añosos cofrades inspectores de obras voluntarios, que gracias a unos y a otros aprendieron a olvidar la conjugación emocionante del verbo asombrar en todos sus tiempos y modos. Sí, hay asombros de vida y asombros de muerte... Amazing, isn´t´ it?

El que junta estas letras, generoso lector, es un yonqui del asombro, un asombrado dependiente que por mantenerse emocionalmente asombrado ¡ma-ta...!, como doña Belén. Me da igual un boca a oreja que un boca a boca. Si consigo asombrarme emocionantemente bien, bienvenido sea el método. Y le confieso un secretillo: a base de ensayo-error, ya domino el arte de asombrarme amazingly cada vez, con lo cual la supremacía de las modas lingüísticas a estas alturas me es indiferente, pero, aun así, no logro dominar mi asombro turístico cuando el monocultivo, en cuanto a actividad que aporta riqueza, sigue manteniéndonos entre cecucientes y ciegos de nuestra propia realidad, en lo atinente a las posibilidades reales de pervivir de manera turísticamente sostenible, porque, respecto a la gobernanza turística, en nuestros terruños andaluz y costasoleño llevamos cuarenta años procrastinando so pretexto mistagógico de un mañana que nunca llega, que, parafraseando a don Gustavo Adolfo en La Creación, empieza a representar un mundo absurdo animado que rueda en el vacio de las excusas turísticas para asombro de crédulos e incrédulos.

Amazing, isn't' it...?