Que la persona cuyo discurso político ha clamado más alto por la regeneración ética del PP (la famosa tolerancia cero), haya caído por efecto de un par de botes de crema regeneradora, tiene su aquel. Pero como en este billete se tiene la costumbre de no hacer chistes del caído, prefiero destacar el poder implacable de los símbolos. La regeneración del cutis no le cambia a uno la edad ni el estado del cuerpo. En cuanto a la posibilidad del derecho a la propia imagen y a la intimidad en un entorno de cámaras, queda herida de muerte. Las de Eroski han tenido más poder que la cámara legislativa en la que se cocinaba la moción de censura. Desde ahora los políticos habrán de representar su predicada impecabilidad a tiempo completo, incluso en casa (una cámara de videovigilancia, la de un vecino, un amigo de un hijo, un hijo). A lo mejor la regeneración (optimista incorregible) viene por ahí.