Aunque la variación del clima de la Tierra ha ocurrido siempre a lo largo de los tiempos geológicos por causas naturales, existe un consenso científico muy generalizado que atribuye a nuestro modo de producción y de consumo la actual alteración atmosférica, lo que provoca una serie de impactos de tipo ambiental y social. Se han esgrimido una serie de consecuencias del cambio climático: desaparición de glaciares, calentamiento oceánico, aumento del nivel del mar, olas de calor, fuertes tormentas, inundaciones, sequías, enfermedades, extinción de especies, guerras e inestabilidad económica.

Lo que está demostrado es que los últimos tres años han sido los de mayor temperatura. Como secuela del intenso fenómeno de ´El Niño´ el año 2016 se convierte en el más cálido, seguido de 2017 y de 2015. El quinquenio 2013-2017 se constituye como el más caluroso desde que hay registros. Se confirma así que las inmediatas anualidades pasarán a la historia por su descomunal fenomenología climatológica, con variopintos episodios de efectos demoledores: temperaturas que rebasaron los 50 °C en zonas asiá- ticas acompañadas de inundaciones monzónicas, huracanes catastróficos sin precedentes en el Caribe y en el Atlántico, devastadoras riadas monzónicas, olas de calor sin par y sequías severas en África oriental. Estas indagaciones provienen del informe científico que hizo público la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en la Cumbre del Clima COP23, celebrada el pasado mes de noviembre en Bonn (Alemania). Asimismo, coincide en el tiempo con un índice de dióxido de carbono en la atmósfera de 403,3 partículas por millón, peligrosa cifra que aventaja la obtenida en años precedentes, y representa un incremento anual cien veces mayor que el registrado tras el final de la Edad de Hielo.

Ello se produce, y no es una cuestión baladí, con la ´negación climática´ del gobierno de Trump, algo que a cualquier persona con un cierto de sentido común le cuesta mucho trabajo entender. Esta importante reunión, en la que participaron 194 países, ha sentado las bases para la aplicación del Acuerdo de París -intentando elaborar la letra pequeña de éste- y logró mantener el impulso político en la lucha contra la modificación climática, demostrando que la comunidad internacional sigue estando comprometida en esta encomiable lucha medioambiental.

Los indicadores del calentamiento global a largo plazo, tales como el incremento de las concentraciones de dióxido de carbono (durante los postreros 30 años aumentó un 50%), el ascenso del nivel marino (se prevé una elevación media entre 24 y 30 cm. para el año 2065 y entre 40 y 63 cm. para 2100) y la acidificación del océano, continúan sin tregua. La superficie helada del Ártico se encuentra bajo mínimos, como ejemplo señalar que gracias al deshielo sufrido, en febrero de este año un petrolero completó la primera travesía comercial, sin rompehielos, entre el norte de Rusia y Corea, a través del estrecho de Bering. En las antípodas, la extensión congelada de la Antártida alcanza cotas exiguas, nunca registradas hasta la fecha.

A lo anterior hay que añadir que la progresión térmica conlleva una notable reducción de las cosechas de cereales. Volviendo al cambio producido, la OMM confirma que de enero a septiembre de 2017 se registró una temperatura media global de 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales, es decir estamos ya muy próximos del objetivo fijado en el Acuerdo de París, y también del compromiso vinculante para evitar que la temperatura superficial del mar siga subiendo.

En España todos los meses del año 2017 fueron de cálidos a extremadamente cálidos, excepto enero; en concreto, la ola de calor que nos afectó hizo que en julio se registraran temperaturas superiores a 45 ºC en Córdoba y Granada. Por otro lado, la pertinaz sequía propició trascendentales incendios forestales en Galicia y Asturias, avivados por el fuerte viento de la tormenta ciclónica ´Ophelia´, cuyos coletazos afectaron al noroeste peninsular.

En cuanto a las precipitaciones, las más escasas de lo que va de siglo sucedieron en el pasado mes de octubre, y algo similar aconteció en otros países del entorno. Entre los acuerdos conseguidos en la referida Cumbre de Bonn destaca la incorporación de medidas relativas al cambio climático y cumplir el empeño de los países desarrollados de lograr para el año 2020 el objetivo de movilizar conjuntamente 100.000 millones de dólares anuales para atender las necesidades de las naciones en vías de desarrollo, respecto de la adopción de medidas concretas de mitigación y la transparencia de su aplicación, así como poner en pleno funcionamiento el Fondo Verde para el Clima de la ONU que, según se ha anunciado, no va a contar con la participación de Estados Unidos de América que se erige en el segundo país más contaminante del mundo, sólo adelantado por la extensísima y superpoblada China. Finalizo con un mensaje pronunciado recientemente por el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres: «Los que no apuesten por una economía verde vivirán un futuro gris».