Uno daría algo por acceder a la transcripción -ya que asistir no parece factible-, de una de esas reuniones en las que, mediada la legislatura, se decide la materialización de determinados proyectos no encaminados a resolver problemas urbanos sino que buscan una foto bonita que ofrecer a los votantes propios y a los ajenos. De una de esas reuniones en cuyo momento álgido alguien cita la palabra «emblemático».

Sería muy edificante conocer los argumentos que entonces se ponen sobre la mesa, entre los cuales a uno le gustaría encontrar cuestiones como la habitabilidad de la ciudad y la resolución de determinadas carencias pero entre los que no habrá mucho más que la pura rentabilidad electoral.

En ediciones pasadas y en el ámbito estrictamente municipal, la reforma de la plaza de la Merced fue uno de esos proyectos emblemáticos. La actuación llevada a cabo puede resumirse de la siguiente manera: tala de la mitad de los árboles existentes y su sustitución por arbustos, eliminación del adoquinado antiguo (en buen estado) y su reemplazo por otro nuevo (ahora en un estado lamentable), supresión del mobiliario y alumbrado originales (en buen estado) por otros comprados por catálogo y disminución del espacio destinado al peatón (han leído bien, ahora la superficie ocupada por terrazas supera probablemente la antes destinada al tráfico rodado). Total, que los fines buscados eran los siguientes: que el obelisco de Torrijos quedara mejor en la foto y optimizar la accesibilidad de la plaza. La accesibilidad de los hosteleros, claro está.

Miedo da lo que debe estar cociéndose en la Casona del Parque. Que los hados nos libren de las actuaciones emblemáticas.