El fútbol, con VAR o sin VAR, siempre tendrá mucho de lo que hablar desde el punto de vista disciplinario. El Atlético de Madrid, por ejemplo, se quejaba de las dos tarjetas amarillas a su jugador Vrsaljko, pero ninguna máquina cambiará la decisión de si una falta es merecedora de una cartulina. De igual forma, tampoco nos servirá ningún aparato para saber lo que merece Simeone tras su expulsión en el mismo partido de la Europa League contra el Arsenal. Quizá solo alguien que lea los labios porque sus palabras, después de ser echado, también tienen miga.

Y todo ello viene a cuento porque en la semifinal de la copa de Turquía, entre Fenerbahçe y Besiktas, se ha decidido por la federación de aquel país continuar el partido desde el momento que se suspendió, en el 57, quedando por lo tanto otros 33 que jugar. Recordemos que el entrenador de Besiktas fue alcanzado por un objeto en su cabeza y, a raíz de eso, el árbitro decidió terminar el partido. Era la vuelta de esa semifinal, que estaba en un 0 a 0 cuando la ida había acabado en un 2-2. En ese momento, Fenerbahçe estaba clasificado por el valor doble de los goles fuera de casa y todos esperaban una sanción al club de la parte asiática de Estambul.

Sin embargo, no solo no hubo sanción sino que la comisión disciplinaria decidió que se debía reanudar el partido con el mismo resultado y en el momento de su suspensión. Besiktas, nada más conocer la noticia, ha anunciado que no va a jugar el partido de vuelta. Esto va a suponer, sin duda alguna, una sanción por incomparecencia, dando el partido y la eliminatoria por perdidos y, además, quizá alguna pena más.

Sin embargo, el único que sufrió algo fue Besiktas, concretamente su entrenador y en otros casos recientes, el equipo infractor es quien recibe la sanción. Por ejemplo, recordemos el partido entre Serbia y Albania, donde un dron sobrevoló el campo, armándose una minitangana que la UEFA sancionó con la victoria 3-0 de Serbia pero sin puntos, algo muy extraño, y dos partidos a puerta cerrada. Pero en apelación, el TAS decidió que Serbia debía perder y se dio a Albania ganadora por 3-0. No lejos de esa zona de los Balcanes, que parece propicia a incidentes, hace unas semanas el PAOK de Salónica perdió toda posibilidad de ser campeón cuando su presidente entró en el campo para amenazar al árbitro, con el resultado de partido perdido, tres puntos menos y una multa, aparte de dejar sin fútbol al ínclito presidente por tres años.

En Francia, el año pasado, el Bastia corso perdió su partido y tuvo tres encuentros más a puerta cerrada por incidentes de sus aficionados en un encuentro de Liga contra el Olympique Lyonnais. Finalmente, en partido clasificatorio de la Eurocopa 2016, Rusia se enfrentaba a Macedonia y el portero visitante, el ruso Akinfeev, recibió un objeto, lo que llevó a la UEFA a castigar con el partido perdido a los macedonios.

En definitiva, una retahíla de sanciones más o menos similares pero todas ellas recayentes sobre el infractor, que jugaba siempre en casa, con partidos perdidos siempre y puntos retirados así como encuentros a puerta cerrada. Aquí, sin embargo, nos podemos encontrar con que quien sufrió la agresión, el Besiktas, a través de su entrenador, sea el sancionado finalmente por no acudir a la vuelta a jugar esos 33 minutos que faltaban del partido. La federación turca va a tener problemas, decida lo que decida, porque se trata de dos equipos de máximo nivel y de grandes aficiones y la sanción puede tener no solo consecuencias disciplinarias sino también sociales. La grandeza del fútbol se puede tornar fragilidad. Estaremos al tanto de esa más que interesante situación. Mientras tanto, recomiendo el libro del suizo Joël Dicker, «La desaparición de Stephanie Mailer», que nos puede dar tanto suspense como lo que dictamine la federación otomana.