Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría están peleadas. Nótese que a la primera ya se le conoce por una sola palabra, Cospedal, mientras que a la otra aún hay que designarla por varias.

Es pronto aún, aunque le falta ya muy poco, para que baste con decir Soraya y que también la conozca todo el mundo. Quizás eso sea un indicativo del aprecio popular de una y otra. O no.

Una tiene el Ministerio de Defensa, pero la otra controla el CNI. No se puede decir que no acudan armadas a la guerra que entre sí mantienen. Varias fuentes indican que Rajoy alimenta esta rivalidad. Es el viejo «divide y vencerás». Ya se sabe que al presidente del Gobierno le gustan las frases hechas, los tópicos, refranes y ya tal. Pero conociéndolo seguramente no haga nada, no alimente nada, no tome iniciativa alguna. Las verá pelearse como el que ve la lluvia a través de un cristal traslúcido con un té en la mano una tarde de otoño antes de que comience el fútbol televisado.

Las dos están utilizando la misma arma: las filtraciones. Los maridos de las dos quedaron en el pasado fuera de jugosos puestos a causa de oportunas revelaciones periodísticas sobre incompatibilidades. Teniendo tanques y espías prefieren pegarse con periódicos. De fondo estaría la lucha por suceder a Rajoy, aunque primeramente por controlar el partido. No siempre una imagen vale más que mil palabras, pero lo cierto es que la del otro día, una silla vacía entre ambas en un acto en Madrid, cada una mirando para otro lado y en ostensible actitud de no me importa nada que se vea que no nos hablamos, resultó poderosa, imbatible, inédita, locuaz. No quieren una silla vacía. Quieren la de Rajoy. Cospedal tiene poder orgánico en el PP y no es que se meta en todos los charcos, es que incluso los crea. Se enfanga y defiende a los corruptos porque aunque lo sean son de los suyos, de su partido. Sus palabras sirven a la militancia popular para que las filas estén prietas. Pone firme a los soldados de uniforme y a los de carné. Sáenz de Santamaría sin embargo, evita la política partidista. Alguien ha dicho de ella que es una tecnócrata que lo mismo podría estar en Ciudadanos.

Tecnócrata y Ciudadanos son dos términos que para unos suponen gloria bendita y porvenir y que para otros son descalificaciones. No hay visos de que llegue la paz. Cada una tiene barones territoriales afectos o desafectos. Puede que ambas supongan (que tampoco) cierta regeneración para el PP si ascienden al máximo nivel, pero su guerra y que la visualicen es un síntoma más de la descomposición del partido, al que tras tanta corrupción y corruptos lo que le faltaba es una guerra civil, interna, ciega y sorda. Las cuitas internas, por otra parte, son consustanciales a los partidos. Pero sin sillas vacías.