Serán el 26 de mayo, las elecciones. Pero de 2019. Daniel Pérez ya está en la carrera municipal en Málaga. Haber presentado sus credenciales como aspirante en su propio partido es un puro formalismo, al no atisbarse rivales en el primario horizonte. Lo que sí tiene en el horizonte, en el de la marina línea de fondo de su ciudad, es un edificio de 135 metros de altura con financiación qatarí incentivado por su partido y por su descomunal -aunque ya veremos- adversario político, el alcalde De la Torre.

Algún obstáculo habrá oteado en ese horizonte, electoral, el casi seguro candidato socialista cuando se ha atrevido a nombrarlo en vano. Esto es, a plantear una reducción de su impacto visual. Y al menos no lo ha hecho proponiendo subir la altura de los bloques de la Malagueta, las grúas portuarias y los buques que atraquen en la estación de cruceros aledaña, incluso proponiendo que quienes paseen por el puerto sean sólo pívots del Unicaja, para que así todo se ahorme por arriba hacia el infinito y más allá -como pretendían algunas infografías del proyecto-. La perla que ha soltado (cultivada, como parece apuntar la alegre respuesta de la Junta) es un deseo que se encaramó a los titulares de ayer, y que viene a ser que el rascacielos sea más pequeño. Pese a que su propuesta adolece de cierta vaguedad cuando dice que si fuese alcalde se sentará junto al promotor para arrancar unas contraprestaciones para la ciudad que no concretó, ante las preguntas que José Antonio Sau le hizo para La Opinión. Pero cabe suponer que Daniel Pérez amarra bien lo que dice y hasta dónde puede defenderlo para no volver a caer en errores como el de proponer, el año pasado, que Málaga volviera a intentar la capitalidad europea de la Cultura en 2024, sin haber comprobado que eso era imposible ya que España no puede optar a esa capitalidad hasta 2031.

Los candidatos suelen llegar con las manos atadas y bien atadas por sus partidos a la pugna electoral, pero sólo cuando parece que se desatan el electorado menos adscrito les atiende. Y en el abanico de Taifas que ha reflejado el último sondeo del CIS, ni un mejor o peor llamado gobierno de concentración a la alemana sería factible ya en España. Eso lo marca ya todo en la pugna electoral. Aquí todo está, como mínimo, a cuatro. Sobre todo, en las generales, pero con el riesgo de que ni mayoría absoluta consiguen si sumaran dos (lo que tampoco está nada fácil, ya que los dos partidos nuevos necesitan desgajarse de los dos viejos, para demostrar lo nuevos que son; al mismo tiempo que necesitan diferenciarse entre sí lo más posible para pescar los cada vez más votos de los viejos que los viejos ya no pescan).

No, responde Daniel Pérez a la pregunta sobre si ha hablado con Susana Díaz. Y ya se sabe que en el sanchismo No es No, ¿verdad? Aunque no está el partido para perderse en pedradas ni susanerías. Ni Pérez tampoco.

Ha habido dolor y heridas suficientes en el PSOE municipal durante el larguísimo mandato del PP en la ciudad como para insistir en ello, ahora que todo anda algo deshecho, pero también por hacer bien. Los esforzados intentos de María Gámez, la ingrata interinidad de Mari Carmen Moreno y ahora la propuesta de quien parecía, sólo, el joven Dani para siempre pero que siempre quiso ser el candidato Daniel Pérez Morales, deberán haber servido de algo para detener la sangría que no cesa en las siglas tradicionales.

De futuro, Pérez ha hablado de lo que cuestan los museos, pero sin hacer sangre; sólo concretó el fiasco que fue el de las Gemas (recuerdo cuánto se habló de aquel citrino que no vino). También habló de la necesidad del hub aeroportuario, del eterno soterramiento de las vías del tren al puerto, del metro al Civil y al PTA o de, cómo no, la municipalización de Limasa. Pero donde da en el clavo, quizá, al concretar una medida que sí cala y no le suena al ciudadano al partidista blablablá ya predecible, es en la supresión de las plusvalías por herencia. Cuando empezó a hablarse de lo injusto del impuesto de sucesiones, publiqué aquí unas líneas documentadas que trataban de explicar cuánta injusticia suponía de más la plusvalía municipal para los no pudientes, tras afrontar mi hermano y yo ese dineral cuando murió mi padre, y de nuevo cinco años después tras la muerte de mi madre, que nos dejaron con mucho esfuerzo su piso de obrero con un solo baño y sin garaje ni trastero.

De lo que Dani y yo hemos hablado en estos años -como de lo que he hablado o está por hablar con otros políticos- sabemos él y yo. Pero de sus respuestas para publicar, y de las de los demás, de aquí al que, para mí, va a ser interesante y distinto 26 de mayo, habrá mucho que opinar?