Ya saben aquello atribuido a Picasso: «La inspiración existe pero tiene que pillarte trabajando». Susana Díaz se puso picassiana en el debate sobre la Comunidad, que como ustedes no saben se celebró el miércoles. Y resaltó varias veces que no habrá adelanto electoral: «Que las urnas nos cojan trabajando». Le faltó decir: las urnas existen. Pero va de suyo que eso lo sabemos todos. La presidenta anunció además que ya ha dado orden de que se vayan negociando los presupuestos andaluces para 2019. A ver si va a resultar que es hasta previsora. En los mentideros y cenáculos políticos, se ha especulado mucho sobre las intenciones electorales del PSOE andaluz. O sea, la posibilidad de se quiera evitar que la gente vote conociendo la sentencia de los ERE, que podría conocerse en otoño avanzado. A lo mejor el socialismo tiene información privilegiada sobre esa sentencia.

No falta quien opina que adelantar cogería a Ciudadanos subiendo a la ola pero no en la cúspide de esa ola. Quién sabe. Hemos dicho cenáculos y mentideros y nos hemos quedado tan anchos, apreciado lector. Sepa que los cenáculos son ahora más bien desayunáculos y que los mentideros se han trasladado mucho a las redes sociales. La crisis económica ha acabado con una gran fuente de información para los periodistas: las comidas con políticos en la que pagan los políticos. La cosa vuelve. Poco a poco. Algunos periodistas están más gordos. Mejor intoxicados. Más informados. O tal vez mejor informados y más intoxicados. Los restaurantes céntricos en grandes ciudades van quitando el polvo a los reservados.

Cuando yo empezaba en esto, me hacía mucha gracia la frase de un político con el que de vez en cuando almorzaba: «Pon primero un poco de jamón al centro. El jamón nunca estorba». Yo la primera vez pensé que me lo decía a mí. No. Se lo decía al camarero, claro. Efectivamente el jamón nunca estorba. A mí me daba un poco de apuro aquello, pensaba en la ética del periodista y en la relación con las fuentes, etc. Lo que solía hacer (además de hincharme de jamón, claro) era darle a ese político alguna pequeña hostia o revés para que no pensara que me tenía comprado. Lo hacía gracias a que la insensatez de mis primeros jefes ya era de suficiente magnitud como para dejarme perpetrar una columna. No diaria, pero sí con una periodicidad suficiente como para que un concejal dejara de hablarme, que es uno de los grandes méritos que ha de atesorar cualquier plumilla. Con frecuencia, la inspiración para aquellas columnas me pillaba trabajando. Comiendo jamón, o sea.