Colgó ayer los guantes el Excelentísimo Señor Don Gianluigi Buffon. Se merece el mismo tratamiento que su colega Casillas, quien lo tiene, por aquello de los históricos honores, desde que hace unos años recibiera la Gran Cruz al Mérito Deportivo.

Gianluigi también podría ser Excelentísimo Señor Don por ser merecedor de esa Medalla al Mérito en el Trabajo que asimismo otorga tal tratamiento a personalidades como nuestro colega Luis del Olmo o a restauradores de la talla de nuestro paisano Francisco Ortega «Ayo», inesperado protagonista de «Verano Azul» gracias al inmortal Don Antonio Mercero.

Cerró una etapa como futbolista profesional a las puertas de una nueva final de Champions o de una fase final de la Copa Mundial donde será uno de los grandes ausentes. Pero su huella será eterna, como la de todos y cada uno de los mejores arqueros de este maravilloso deporte.

El balompié está repleto, para lo bueno pero también para lo malo, de inolvidables arqueros. Son protagonistas indiscutibles porque sus errores deparan la peor consecuencia para el equipo, el gol el contra. Y lo son también por estiradas que impiden tantos que suponen puntos. Por convertirse en especialistas y convertirse, como Diego Alves, en la definición más exacta del término parapenales.

El guardameta, en su soledad, está hecho de otra pasta. Sus nervios de acero son envidiables. Ya desde el patio del colegio no es nada fácil encontrar voluntarios para ocupar esta demarcación. Se requiere un perfil atípicamente maduro, de responsabilidad en edades impropias para tomar ciertas decisiones.

Aquellos que consiguen superar cribas y más cribas, los de mayores reflejos y de cabeza extraordinariamente bien amueblada llegan a tener la oportunidad de debutar en las categorías nacionales. Sin embargo, la profesionalidad está al alcance de muy pocos privilegiados. Basta con hacer números y ver el reducidísimo club de porteros que ha tenido su puesto asegurado en las dos máximas categorías del fútbol español.

Luego viene que tengas la suerte de disponer de una buena retaguardia en tu equipo. Que se lo pregunten, por ejemplo, al bueno de Roberto. Con «amigos» como su tocayo en la zaga malaguista, otrora adalid de lo que debe ser un lateral, la empresa se complica. Lo que no determina del todo es la camiseta. Recordemos que nuestro actual seleccionador nacional, Julen Lopetegui, tuvo que abandonar las filas del Real Madrid, donde no gozaba de oportunidades, para poder disfrutar de minutos en el Logroñés y alcanzar la internacionalidad. Por ahí se hizo con un hueco en el Mundial de EEUU.

Koke Contreras también tuvo que salir de la capital de España para ser mundialista. Lo consiguió en 2002 y vistiendo la misma elástica blanquiazul que, 30 años antes, justo cuando él nació, lucía Juan Antonio Deusto: Trofeo Zamora en la temporada 1971/1972, el único de toda la historia malaguista. Koke, como Koke Vegas, también arquero del Málaga y, posteriormente, en los primeros 90, cancerbero del Villarreal o del Numancia.

El antequerano ha estado esta campaña inmerso en el reto de trabajar como psicólogo deportivo del Marbella FC. Hoy precisamente arranca la fase de ascenso para el club costasoleño, con el reto de medirse la próxima temporada al Málaga CF en la categoría de plata. Koke, que transmitirá esta mañana toda su sabiduría a la plantilla marbellí, vio ya ayer cumplido un sueño. Fue en Balaídos, justo cuando el reloj marcaba la una de la tarde. Otro Koke Vegas, el mismo que aún muy niño nos deslumbró en los intensos campus de verano axárquicos de Sánchez Broto, debutaba con el Levante en Primera División.

En este debate que nos traemos en estos días sobre el rumbo que debe tomar el Málaga CF en su nuevo tránsito por Segunda, acerca de jugadores de la tierra que andan fuera. Más allá de todo ese talento que pueda salir de la Academia, inmersa hoy en el primer asalto del filial ante el Yeclano para poder regresar a Segunda B, Koke es de esos talentos precoces a tener en cuenta. A sus apenas 22 años se ha ganado galones a base de reflejos, sacrificio y, sobre todo, mucho mucho trabajo. La misma receta heredada que tiene grabada a fuego: «Memoria, compromiso y fe».