Me llaman de Buenos Aires para preguntarme por la situación política española y les extraña que me dé pereza hablar. Pero lo cierto es que ellos también se encuentran desganados. Es lo que tienen las enfermedades crónicas, que un miércoles o un jueves cualesquiera te dices hasta aquí hemos llegado, no vuelvo a quejarme de la neuralgia, que se presenta puntualmente a las seis de la tarde. En el Relato de un náufrago, García Márquez contaba que los tiburones acosaban a Luis Alejandro Velasco a las cinco de la tarde, lo que acaba constituyendo uno de los hilos conductores del reportaje, en la actualidad leído como una novela corta. Ahora que nos hallamos despidiendo a Tom Wolfe, conviene aclarar que entre nosotros también hubo un nuevo periodismo del que el título citado más arriba constituye un ejemplo singular. Pues eso, que mis neuralgias llegan a las seis de la tarde, que es la hora a la que te llaman de Buenos Aires para preguntarte por la situación política española.

-No sé -les digo buscando un hecho que nos defina sin necesidad de mencionar el fascismo de Torras o la beatería de Oriol Junqueras -No sé, las cosas no están bien.

-¿Pero qué es lo peor? -insisten.

-La falta de horizonte -aclaro.

-Ya -me responden decepcionados, porque la falta de horizonte a un argentino no le dice nada. Ellos se han olvidado de que existía esa línea donde la Tierra comienza a dar la vuelta. Los argentinos, más que dar la vuelta, dan vueltas, como nosotros, que vivimos encerrados con un solo juguete, por citar otro título, en este caso de Marsé, que también practicó el nuevo periodismo en el español.

Cuando cuelgo, esa neuralgia que constituye el hilo conductor de mis tardes se coloca como el parche de un tuerto en el ojo izquierdo y me acerco al botiquín a por la pastilla que aliviará el síntoma sin hacer desaparecer su causa. La neuralgia es un escualo al que le gusta la química como a los tiburones del libro de García Máquez les gustaban los excrementos del náufrago. Cuando, gracias a la química, se coloca entre la realidad y yo una suerte de gasa, empiezo a pensar en España como un argentino en Argentina, o sea, con desaliento, sí, pero ya sin desesperación.