Se echa en falta que expertos en descifrar imaginarios colectivos, quizás una comisión de psicólogos y parapsicólogos de la ONU, analicen de una vez, con rigor y respeto, el que puebla el nacionalismo catalán. Aparte la incesante aparición en ese imaginario de la historia, como si fuera un eterno presente, dando al conjunto del cuadro (pasado+presente) un tono fantasmal, está el asunto de los símbolos de victimación y muerte, algo que ya se vio cuando unas cargas policiales de media intensidad fueron asimiladas a masacre (argucia propagandística, pero no sólo), o cuando algunos depositaban en lugares de simple enfrentamiento los cirios encendidos y flores que suelen reservarse a víctimas mortales, y ahora llega al paroxismo con esas cruces amarillas en las playas, evocando un imaginario genocidio, que debe de habitar como fantasía en el imaginario nacionalista de marras.