En 1487 entraron en Málaga los Reyes Católicos, tras su reconquista, trayendo la imagen de la Virgen de la Victoria, victoria que lo fue sobre una parte de la población malagueña(árabe y judía) que fue obligada a convertirse o a dejar su tierra.¿No se expulsó también -simbólicamente hablando- al judío Jesús y a la también judía María? ¿No se convirtió la Iglesia,con la Inquisición, de perseguida en perseguidora, como señala Hans Küng en su Esencia e historia del Cristianismo? Dejemos de lado los hechos históricos para centrarme en el núcleo de este artículo.

Vaya por delante mi reconocimiento a la maravillosa labor de las cofradías, pero no creo que sean necesarios estos pomposos eventos. Un ejemplo:¿no se han convertido los traslados de Semana Santa en una Semana Santa paralela? ¿No bastaría una procesión más sencilla de varias Vírgenes, no necesariamente coronadas, en unos tronos sencillos y no en sus tronos lujosos y barrocos de Semana Santa? No olvidemos que María era una joven judía casada con José, ejemplo de trabajador artesano,que junto con Jesús formaba una familia que debe servir de ejemplo a la familia cristiana. ¿No estaremos encumbrando a María en exceso, incluso por encima de Jesús, el Hijo de Dios? Creo humildemente que podemos apartarnos de la auténtica raíz del Cristianismo, de aquella Virgen doliente que contempló al pie de la Cruz la muerte monstruosa de su Hijo,como tantos ´Cristos´ sufrientes hoy día en la persona de los pobres, ancianos, enfermos y abandonados. Pensemos en María y honrémosla, sí, pero como la humilde joven de Nazaret que nos trajo la salvación del mundo a través de su hijo Jesús y no mediante pomposas procesiones extraordinarias.

Termino pidiendo humildemente perdón a quien se haya sentido ofendido, no ha sido ésta mi intención y reitero lo dicho más arriba,que aplaudo la extraordinaria labor de las cofradías, pero no comparto los eventos extraordinarios. Que Jesús y la Virgen María nos acompañen siempre.