Este fin de semana tendremos en Málaga una de esas celebraciones extraordinarias que llena el Centro de turistas. No, no es la media maratón, ni el Festival de Cine, ni siquiera -aunque algo habrá- un desfile de las Fuerzas Armadas.

Este sábado salen a la calle diez tronos de Virgen. Málaga se convierte en epicentro cofrade de Andalucía, como ya lo hicieron Córdoba o Granada en fechas anteriores o como lo es Sevilla cada vez que sale un paso a la calle.

Málaga entra en el mercado turístico cofrade y lo hace con una procesión magna de las que marcarán una época, como ya ocurrió con la salida por el 75 Aniversario de la fundación de la Agrupación de Cofradías o la del Año Jubilar en 2000.

Prueba a ver la disponibilidad de apartamentos y hoteles... La ocupación será altísima, sin duda; los bares y las terrazas estarán hasta la bola el viernes y el sábado. Ocurre que, paradójicamente, estamos en un punto de interesante discusión. ¿Qué sentido tienen estas procesiones? ¿Atraer turismo? ¿Atraer devoción? Nos podemos sentar con una Victoria en una de esas terrazas mañana por la tarde y lo hablamos.

El turismo cofrade ha dejado de ser una tontería para convertirse en una realidad que mueve a mucha gente en Andalucía. El tráfico de personas que se mueve en busca de tronos y pasos es cada vez más numeroso.

Sólo hace falta salir de Málaga a ver procesiones para no dar un paso sin saludar a algún conocido. Por eso, como última reflexión, me pregunto si acaso no se está mercantilizando -quizá ya es tarde- el mundo cofrade. Show must go on.