El blindaje de todos los caudillismos frente al enemigo exterior, real o inventado, es el plebiscito, y siempre bajo la misma amenaza: yo o el diluvio. Hablan de franquismo muchos que no lo han vivido, y, como gran parte de sus bases tampoco, pueden invocarlo ante ellas en vano. No digo que Iglesias, y mucho menos Podemos, sea franquista, pero el del plebiscito para legitimar la compra del famoso chalé ha sido un tic caudillista que, salvadas muchas distancias y en tono muy menor, recuerda aquellas llamadas a la plaza de Oriente para rearmarse frente al enemigo exterior. Iglesias ha rozado el ridículo, montando el espectáculo plebiscitario sobre un asunto de conducta personal, mientras España asistía a una moción de censura. En política importa saber medir, evitando que nos pueda el enemigo interior del ego. Por no hacerlo, Iglesias se ha fabricado de un solo golpe su propia oposición.