Toda España está preocupada con el auge de las viviendas turísticas en las principales ciudades turísticas. No es que sea una tendencia, es una auténtica explosión que impide, entre otras muchas cosas, que los jóvenes puedan acceder al alquiler de una casa con una mensualidad asequible y compatible con sus lamentables ingresos (¿se puede decir eso?), dispara los precios de arrendamientos y pisos en venta, formando otra burbuja (¿ya sabemos lo que pasa en este país cuando las burbujas explotan, no? Luego todo serán lamentaciones), hacen competencia desleal a los hoteles y otros negocios turísticos, que son los que crean empleo y pagan impuestos, y se disparan los problemas de convivencia de los vecinos, además de generar cierta inseguridad porque, si la casa no está registrada -ni aun estándolo-, no sabes quién viene. Como ven, es una enumeración somera de los efectos perniciosos de esta primavera de las viviendas turísticas. Los principales ayuntamientos del país, Madrid, Valencia, Palma de Mallorca, Barcelona, y algunas comunidades se lo han tomado en serio y están muñendo ordenanzas para tratar de regular este fenómeno, algunas impidiendo que las viviendas turísticas estén más allá de las plantas bajas o primeras de los edificios, imponiendo entradas independientes, o directamente cargando la solución en la fiscalidad o en la necesidad de imponer moratorias. Las autonomías están también en eso. Sin embargo, el Ayuntamiento de Málaga está ahora haciendo un estudio para saber cuántas casas hay, pero niega la mayor al afirmar que la ciudad no está saturada y es la Junta quien debe legislar al respecto. La Junta, después de sacar un decreto manifiestamente mejorable con pocos controles, dice que es el Gobierno el que debe regular esta historia, pero el Ejecutivo de Mariano Rajoy no lo vio. Habrá que ver si el Gobierno de Pedro Sánchez es capaz de hacer algo. Dejar que el mercado se regule, partiendo de una concepción liberal de la economía y la sociedad, puede llevarnos a lo que ocurrió a partir de 2008, a otra crisis como la que ya superamos. Por eso, hasta que el Ejecutivo central decida preocuparse por los problemas de los ciudadanos, el Ayuntamiento debería centrarse, entre otras cosas, en elaborar una ordenanza para poner coto y meter en vereda a los dueños de estas viviendas y evitar, en lo posible, que esto se nos vaya de las manos, porque lo cierto es que ya hay más plazas en estas casas que camas hoteleras y están saliendo del Centro, es decir, hay quien ya ha comprobado su existencia en el Molinillo, Hilera y Armengual de la Mota. Esa onda expansiva es imparable y necesita de una respuesta del Ayuntamiento de Málaga. No sé a qué esperan para meterle mano a esta historia. Tampoco entiendo muy bien por qué la Junta y el Gobierno no se toman esta historia ya en serio. Zapatero dijo que su gran error fue no haber pinchado la burbuja inmobiliaria cuando pudo hacerlo. ¿Quién será el próximo Zapatero?