La medida forma parte de la definición filosófica de la virtud. La medida suficientemente justa es la que separa el buen juicio, la sensatez, la ponderación, el respeto, el decoro, la templanza..., del descomedimiento, la descompostura, la insensatez, la ligereza, la imprudencia, el desatino... Mesura es sinónimo del buen hacer, del aplauso y del reconocimiento, como desmesura lo es de la pifia, del fracaso, del desmán... La Ley Campoamor, basada en el color del cristal con que miramos, solo es una metáfora pesimista y conformista ayuntada casi siempre a sospechosas razones.

De medidas, de otras medidas, el que sabía era Marcus Vitruvius, aquel arquitecto, romano de pura cepa, tan adelantado él, que nació, creció, llevó a cabo su obra y murió antes de que al año cero de nuestra era le diera tiempo a llegar. Don Marcus, como todos los arquitectos de entonces, más que un mero arquitecto fue un precursor. De hecho, fueron aquellos primeros arquitectos los que afloraron la esencia de la ingeniería al verse obligados a crear artefactos y técnicas que les permitieran resolver los problemas que les planteaban sus obras, que tanto demandaban las ciencias, en general, como las artes en su sentido más extenso.

Tan de medidas fue don Marcus que hasta definió las proporciones del cuerpo humano a base de metro. Y fueron estas proporciones las que llevaron al gran Leonardo a dibujar y explicitar su magnífico Hombre de Vitruvio, al que denominó así en honor del arquitecto, pero, eso sí, añadiendo algunas medidas y enmendando otras. Si no hubiera aportado y corregido algo, no sería Leonardo: «Veinticuatro palmas hacen a un hombre». «Desde el codo hasta el ángulo de la axila será la octava parte». «El comienzo de los genitales marca la mitad del hombre». «La anchura mayor de los hombros contiene en sí misma la cuarta parte»...

Con la figura de dos hombres superpuestos con sus brazos extendidos, dibujados dentro de un cuadrado sobrepuesto a un círculo, y con diecinueve mediciones, Da Vinci formuló su particular aproximación a la cuadratura del círculo. Y con su enigmática escritura especular nos explicó que la apariencia física del hombre es cuestión de medida, como lo fuera el tiempo para Aristóteles. Tiempo es la medida entre dos instantes, decía el Estagirita. Grande Aristóteles, siempre.

Que el turismo también es cuestión de medida, los turísticos no lo sabíamos cuando todo empezó. El buen hacer del turismo, su tino y su buena medida, aunque, en síntesis, desde siempre es una tautología, a muchos aún no nos suena. Cincuenta años después del año cero del turismo de masas, seguimos, por la mañana, discursando sobre la imprescindibilidad del desarrollo turístico sostenible, y, por la tarde, perorando a boca llena que el terruño que cada cual defendemos, «aún tiene capacidad de crecimiento». ¡Maldita antítesis infame....!

Cada vez que escucho/leo tonterías pseudocientíficas antitéticas como la que expresa el anterior párrafo, además de preguntarme qué cifras y qué ciencias las prohíjan, me reafirmo en que la mayoría de los terrícolas humanos, cuando hablamos del largo plazo, somos incapaces de ubicarlo más allá del día de nuestra jubilación, como si el turismo y el mundo dejaran de existir coincidiendo con nuestro retiro. En el fondo, pareciere que nuestras científicas afirmaciones se circunscriben escuetamente a la sesuda máxima aquella de «el que venga detrás que arree». O sea, empatía, vista larga y responsabilidad en estado puro, lo nuestro...

Al que le escribe, paciente lector, la experiencia y la perspectiva lo han llevado a vivir en un mundo de credo turístico descreído y, por ello, desde que se anunció el sugestivo foro de debate ´Proyectando el futuro. Nuevo Plan General de Turismo Sostenible de Andalucía 2021-2025´ está tan acongojado como acojonado, porque se teme que, otra vez más, se trate de lo mismo: una reunión tecnocráticamente solemne, incapaz de infundir conciencia de que tenemos que aprender a desaprender y reaprender, que terminará conformando al personal con la proactiva acción rajoyana de no hacer nada.

Sería hermoso que esta vez supiéramos asumir que, cuando se sobrepasa la línea de crecimiento sostenible, el desarrollo sostenible no se sustenta solo controlando el crecimiento futuro, sino, además, esponjando el sobrecrecimiento insostenible habido. Cualquier otra cosa serán gaitas.

Todo es cuestión de medida: un poco más, algo menos..., preconizaba el benjamín de los Machado, que tanto supo de caminos y veredas, y de mares y riberas.