En la foto, Kim Jong-un sonríe sin pasarse (será un clown, pero sabe medir). Ha obligado a moverse al amo del mundo, para hablar de tú a tú, y con eso ya hará historia. Se le ve más agudo y en forma mental que su interlocutor. Este pone su cara acartonada de los momentos solemnes: al fin un jugador a su altura, un tipo que sabe echar un par de misiles a la cosa, y con poder de verdad, sin FBI ni Senado ni prensa. El gesto de Trump es de respeto, pero también de envidia. ¡Qué buen equipo haríamos en otra circunstancia, Kim, querría tal vez decirle!. En cuanto a Kim, quizás piense: estos americanos al final son buena gente, y un poco inocentes, ¿cómo puede pensar que voy a dejar de fabricar bombas, tras haber logrado esta especie de paz, y esta foto, gracias a ellas?; además él tiene un trabajo temporal, si es que no lo echan antes, y se irá pronto con sus malas pulgas a otra parte.