Pedro Sánchez aspira a agotar la legislatura. El deseo más noble de un gobernante debe ser no agotar a sus administrados. Resulta agotador el número de políticos que aspiran a agotarse en el poder. En el PP hay más candidatos que ventanas. Unos representan el pasado, otros el jurásico. La pugna más interesante es entre Cospedal y Sáenz de Santamaría, que, con todo, también pueden llegar a ser agotadoras. Cospedal reprocha a Santamaría que no se haya mojado nunca en asuntos duros, o sea, en los robos perpetrados en el PP por tesoreros, etc. También le recrimina que no haya ganado elecciones. Lleva razón Cospedal, a la que no obstante habría que replicarle que ganar elecciones en Castilla La Mancha (y perder la presidencia), tampoco es que la convierta automáticamente en Juana de Arco, Isabel de Castilla o Hillary Clinton.

Uno ve a Cospedal con más fuerzas. Se ve que las labores de Defensa agotan menos que las que tuvo que ejercer Santamaría, que era vicepresidenta casitodopoderosa y tenía entre sus competencias el CNI, o sea, los secretos de Estado, los espías. No tome el nunca bien ponderado lector de estas notas como cosa de teorías de la conspiración que Soraya tenga dossieres, información, datos, sobre todo el mundo, incluidos sus oponentes en la lucha por el poder en el PP. Margallo está haciendo su campaña en las televisiones, donde sale de buena mañana muy encorbatado hablando con un tono como de profesor de geografía que explica por tercera vez a sus alumnos en una mañana qué países baña el Adriático. Sí, resulta agotador. El otro día, tras escucharlo cinco minutos caí en un sopor. Cuando desperté, Margallo seguía allí. Pero yo creía que era Revilla. El de Cantabria. A Revilla lo sacan siempre los programas cuando la audiencia está decayendo. Parece que funciona, que es un buen seguro anti zapping. Me cae simpático, lo cual no quita para que no sepa si me agota o me aburre.

Pablo Casado es majete, fue promocionado hace un tiempo por dar bien en las tertulias para replicar a los emergentes Rivera e Iglesias. O sea por no llevar siempre a las (difuntas) Mañanas de Cuatro o La Sexta Noche a carcamales. Pero Casado, Rivera e Iglesias ya están viejos los tres para ser tomados como promesas. Siempre el tiempo nos alcanza.

Casado es la típica flor de partido: dudosa cualificación académica, ni un solo día cotizado en la empresa privada, crecimiento del poder por (agotadora) asistencia a todos y cada uno de los actos de partido que se celebran desde que casi aún profesaba la adolescencia, y en ese plan. El tópico dice que las espadas están en lo alto, cuando más bien son los puñales los que están en los bajos. Los afiliados al PP están (excitados) citados a votar y ese experimento no se sabe nunca cómo va a salir. Que se lo digan al PSOE. Nadie entre los populares quiere hablar de «primarias». Tal vez el ruido los confunde.