El pasado lunes se celebraba en el Ayuntamiento el Debate sobre el Estado de la Ciudad, lo que no sabemos es de qué ciudad se habló. Obviando el anuncio, argucia política de Francisco de la Torre, los distintos grupos con representación expusieron sus visiones de este lugar donde vivimos, empezando por el primer edil que adjetivó a Málaga (sí, me han pillado, hablaban de Málaga) como «brillante, dinámica, transformada, con proyección nacional e internacional, que apuesta por la calidad de vida de los vecinos y que ha mejorado sus barrios». Para quien viva a algo más de un kilómetro de la calle Larios, esta afirmación le parecerá fantasiosa, casi tanto como las promesas del socialista Daniel Pérez, candidato al trono, para modificar el modelo de ciudad actual, también criticado por Ysabel Torralbo de Podemos que enjuició, entre otras cosas, la subvención municipal a las cofradías. Para rematar, dos frases: «Málaga es la mejor ciudad del mundo pese a su inmovilismo», durante la intervención del concejal no adscrito Juan José Espinosa, y «esta ciudad no la hacen sus políticos, si no sus personas», del popular Carlos Conde. Hombre, a ver... El debate del lunes me deja la confirmación de una certeza que ya tenía, que ser político es muy complicado, y la duda de saber dónde hacen vida los concejales. No sé ustedes pero cuando uno ya lleva un tiempo, años ya, viviendo en una ciudad que no es la suya, llega un momento en que empieza sentirse de ella, de 'su Málaga'. En mi caso de una Málaga con un clima envidiable pero con unas playas maltratadas por sus vecinos (hoy es San Juan, ojo); una Málaga que pide un carril bici pero después baja al Centro al coche y, si puede, pasea por el espacio reservado para las dos ruedas; una Málaga a la que le sobra una fila de mesas en las terrazas pero que va sobrada de posibilidades; una Málaga a la que le sobran, sí, tronos y necesita un poco más de guasa y de carnaval; una Málaga, en lo deportivo, que presume y saca pecho cuando pasa el peaje de sus equipos más punteros y que después apenas reúne a doscientos blanquiazules para demostrar unión ante la adversidad o a ni un millar de verdes para celebrar, por fin, un título. Claro que esa es mi Málaga, la que veo yo desde hace seis años, tres pisos y dos distritos. La Málaga que no vi en el debate del lunes, y la Málaga que tendrá en la cabeza cada uno de ustedes y que tiene que hacer realidad la clase política de la ciudad. Menudo trabajo.