Toda palabra es un prejuicio (Nieztsche), pero hay que tratar de sortearlo. «Derecho», por ejemplo, suscita ya, por el juego de las homonimias, una idea de rigidez. Sin embargo en el propio derecho positivo está recogido un principio general, el del artículo 3 del Código Civil, a cuyo tenor las palabras (de las normas) se interpretarán en relación con la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas. Esto es siempre más problemático en derecho penal, por el principio de tipicidad, pero hay que tenerlo en cuenta. Quiero con ello decir, sobre el asunto general de la manada, que la tolerancia cero a la violencia machista, y sus aplicaciones concretas (por ejemplo la exigencia de un consentimiento claro y expreso, y más aún en situación de inferioridad) forman parte clamorosa de la realidad social de nuestro tiempo; e ignorar ese clamor es quebrantar la ley, no cumplirla.