Qué poco ha durado el cuento de hadas de la moción de censura o, mejor dicho, del gobierno ejemplar, por lo buenísimo, al que dio paso. Vale que tras la sentencia de la Gurtel y, en particular, tras lo que decía en ella uno de sus jueces sobre el testimonio de Rajoy, éste tenía que irse de inmediato. Pero la cadena de razonamientos que va desde la tolerancia cero con la corrupción a las lecciones más elementales de la economía no tiene por qué romperse tan deprisa.

Con el subidón de verse presidente, a Pedro Sánchez le entraron ganas no ya de verse pensionista de por vida sino de pasar a la Historia. En su primera actuación ante las cámaras de la televisión pública dio marcha atrás en su compromiso inicial de convocar elecciones cuanto antes. Ahora quiere agotar la legislatura.

Cómo lo hará con ochenta y pocos escaños en el Congreso y amarrado a los presupuestos que presentó el Partido Popular es un misterio que sólo puede resolverse a golpe de decreto -ni siquiera decreto-ley- pero, ¿vamos a estar dos años sujetos al decretazo continuo? ¿Es ésa la ejemplaridad de la separación de poderes?

?Lo que cabe esperar de esta legislatura tan interesante y, a la vez, tan infame se ha visto en cuanto los partidos se han sentado a discutir las pensiones de verdad, no aquellas de que gozan, con un descaro lamentable, los exdiputados y no digamos ya los expresidentes. Se ha reunido el Pacto de Toledo para tratar lo que es de pura justicia, que los jubilados mantengan su poder adquisitivo ligando sus pensiones a las subidas del IPC, y, ¡oh sorpresa!, no salen las cuentas. Así que la derecha pide sacrificios a los pensionistas que gozan de las prestaciones más altas ya que, desde luego, los diputados del PP, Ciudadanos, PNV y PDeCat no parecen estar dispuestos a sacrificar las suyas propias. Y como la izquierda se opone (¡faltaría más!), se ha entrado en un callejón sin salida. Ese mismo que cualquiera con dos dedos de frente sabía que era el destino obligado para las promesas que se hacen con pólvora del rey, como se decía antes.

Tras los gestos que, justo es reconocerlo, han estado muy bien, el gobierno de Sánchez tiene que entrar en materia de la que exige contrapartidas en la ley de presupuestos para que salgan adelante. Una cosa es desenterrar a Franco y otra muy diferente acabar con el copago o convertir las autopistas en gratuitas. Puede que esas promesas sirvan para ganar los votos de quienes no saben lo que es un juego de suma cero pero no hay forma siquiera de imaginar siquiera cómo podrían volverse realidad sin disparar el déficit del Estado. Con las pensiones sucede lo mismo. ¿Solución? Es obvia: convocar elecciones y que quien las gane, en solitario o en coalición, haga unos nuevos presupuestos para el año 2019 acordes con lo que se quiere financiar, autopistas y pensiones incluidas. Diciéndonos, de paso, qué gastos se van a quitar. Por ejemplo, ésos que todos tenemos en mente.