Meterse en la cama para dormir es un rito del mito del regreso a la placenta, pero en verano hay modos, según geografías. En el centro de España la placenta (1) es atmosférica, y con suerte el cuerpo, tendido en la cama, halla acomodo directo en la temperatura nocturna, salvo que apriete mucho. Más al Sur bastantes noches esto no es posible, y la placenta (2) puede llegar a ser inhóspita. En el Norte atlántico de España lo normal es meterse dentro y taparse algo, hasta lograr la temperatura de placenta (3), un momento especial. Ese concreto Norte pertenece, en realidad, a otro continente, un hecho diferencial del que en verano gozan, sobre todo, muchos miles de migrantes de la España tórrida, que van armados de mapas, guías y cámaras para disimular, pero en el fondo sólo aspiran a dormir en una placenta del tipo 3. Mientras, los autóctonos se quejan del fresco, por puro vicio.