Lo de la municipalización de Limasa va camino de convertirse en un dolor de cabeza mayúsculo para la ciudad y para el alcalde, Francisco de la Torre. Este usó este anuncio en el debate del estado de la ciudad para evitar hablar de otros problemas, lo que le salió bien, pero ligó el modelo público a condiciones de productividad y hacer dos encuestas anuales de satisfacción ciudadana. Si a los vecinos no les gusta cómo va la historia, se vuelve al modelo privado y santas pascuas. La oposición de izquierdas, que lleva años defendiendo esta medida, le compró la municipalización, pero no le compró al alcalde, en el último pleno, las condiciones. Según De la Torre, con esas encuestas se crea un círculo virtuoso porque los vecinos velarán por que la ciudad esté limpia y los trabajadores se preocuparán por que así sea. Lo que ya han dicho tanto el PSOE como el PP es que se acabó el asunto de heredar los puestos entre familias o amigos, una medida que aplaude la ciudadanía y que ya no tendrá cabida en una empresa pública. Ahora bien, más allá de las intenciones expresadas por unos y otros en el pleno, no hay una hoja de ruta clara que permita definir los tiempos. Los informes apuntan a un ahorro de entre nueve y doce millones de euros al año y una mayor eficiencia en la prestación del servicio si la compañía es municipal, pero aún nadie sabe cómo meterle mano al tema, salvo que el alcalde sí y no lo haya dicho más que a sus concejales díscolos, los mismos que se llevaron las manos a la cabeza cuando supieron de las intenciones de su venerable jefe. ¿Cuándo va a empezar ese proceso? ¿Primero se negociará un convenio colectivo con los trabajadores? Entonces pueden quedar meses. ¿Quién pagará el dinero de los derechos reconocidos en los tribunales? ¿Cuánto va a costar hacer pública la entidad de limpieza? Son muchos los interrogantes que se abren en el horizonte a un año de las municipales. Juan Cassá y Eduardo Zorrilla se han jugado una comida en el envite: el líder naranja defiende que el alcalde no podrá cumplir su promesa antes del final de la legislatura y el de IU-MpG dice que sí, que lo va a hacer. El regidor prometió no defraudar al segundo. Por cierto, Cs ya ha dicho que «esto no va a quedar así». ¿Eso qué significa? Son, cuanto menos, palabras inquietantes en un horizonte electoral en el que las mayorías absolutas han muerto y la formación naranja va a ser fundamental para la formación de un futuro gobierno. ¿Podría inclinar su balanza hacia el PSOE después de la traición del regidor malagueña? Esa pregunta sobrevoló el pleno del pasado jueves y muchos periodistas hacían conjeturas al respecto, sin que nadie supiera hallar una respuesta satisfactoria. Lo que sí es cierto es que no hay transparencia en el proceso. Si no es improvisado, lo parece. Si hay algo planeado, no se irradia esa sensación de seguridad. Por el bien de todos (el servicio cuesta 100 millones de euros), deberíamos saber pronto algún detalle. Mientras, la ciudad sigue estando sucia, por más que se niegue lo evidente según el púlpito.