Hay quien trabaja desde hace tiempo en el desmontaje de la canciller alemana, aprovechando el enojo de muchos ciudadanos con su decisión de hace tres años de abrir las fronteras a un aluvión de refugiados.

Desde entonces ha llovido mucho, y la Realpolitik ha acabado imponiéndose al inicial impulso humanitario de Angela Merkel, pero esto parece que no importa a quienes acusan a la canciller de haber "traicionado" a su pueblo.

Aunque, debido a los cierres de algunas rutas y a los acuerdos con países como Turquía, se ha reducido considerablemente el número de solicitantes de asilo, la polémica se ha intensificado y domina el debate público, convirtiendo el aire en difícilmente respirable.

La CSU, que se enfrenta próximamente a unas elecciones regionales, teme perder la mayoría absoluta en beneficio de la xenófoba Alternativa para Alemania y ha decidido endurecer de un tiempo a esta parte su discurso anti-inmigración.

Parecen los bávaros últimamente mucho más en sintonía con las posturas ultranacionalistas y xenófobas del Gobierno austriaco, del húngaro Orbán o de la Liga del italiano Matteo Salvini que con la defendida por la canciller Merkel.

Es cierto que en materia de inmigración, ningún país europeo puede arrojar la primera piedra y que parecen algunos más interesados en castigar a quienes ayudan a los refugiados que en salvar vidas humanas en el Mediterráneo.

Pero no importa la retórica populista anti-inmigración da en todas partes votos, y el discurso de la CSU se asemeja cada vez más al de Alternativa para Alemania: por ejemplo, cuando habla tan demagógica como irresponsablemente de "turismo migratorio".

Hay al mismo tiempo un sector de la propia CDU, del que forma parte el ambicioso ministro de Sanidad, Jens Spahn, muy amigo por cierto del más incendiario que diplomático embajador de EEUU en Berlín, que trata de utilizar en provecho propio el movimiento anti-Merkel.

Acusan aquéllos a la canciller de excesivo personalismo en la toma de decisiones y sobre todo de haber llevado a su CDU demasiado a la izquierda para ocupar el espacio socialdemócrata mientras dejaba huérfanos a los sectores más conservadores.

Hay en Alemania un ambiente de fin de ciclo: el fin político de Angela Merkel parece cercano, y hay quien trata de acelerar su caída sin esperar a que acabe su cuarta legislatura.

Quienes defienden a la canciller acusan a su vez a los dirigentes de la CSU de irresponsabilidad por intentar chantajearla canciller con ese tema, aprovechando la desunión europea.

Porque amenazar con descabalgar a una dirigente con tanta experiencia en un momento internacional tan complicado, con Trump en la Casa Blanca, Putin en el Kremlin, una China cada vez más crecida y una ciudadanía europea vulnerable a la demagogia populista, no dejar de ser irresponsable.