Piqué cometió penalti, como todos los independentistas. Su mano de Déu llegará al Congreso, el defensa alegará que cualquier estratagema es válida para impedir que un balón aterrice en las manos temblorosas de De Gea. El problema es que la pena máxima también se encomienda al portero, con un resultado que es superfluo consignar.

Al derrumbarse el empate sobre la selección de Isco, caracterizada por su abnegación estéril, Felipe VI culminaba la primera media hora feliz de su reinado. El estadio había pitado abrumadoramente a su país, pero el resultado había favorecido fugazmente al monarca. Y además estaba solo en el palco. Por la ausencia de la reina Letizia, que no le permite ayudarle ni con el paraguas, y porque Putin había decidido sustraerse al partido. El autócrata se avergüenza de su selección, y quién podría reprochárselo. Queda extraño que el Jefe de Estado visitante se enseñoree del encuentro en ausencia de su anfitrión.

El empate derrotó a la selección, porque España no marca ni de penalti. De Gea recibió cinco goles sin una sola parada. Las selecciones rivales ni siquiera han de disparar a puerta para acribillarlo. Para quienes sientan la tentación de enaltecer a Rusia, el equipo local ha derrotado a las potencias de Arabia, Egipto y España. En el último caso, sin necesidad de aproximarse a la portería rival. Los hombres de Hierro están bien acompañados en el palmarés ruso. No conviene menospreciar el balance español, que se ciñe a una gloriosa victoria por la mínima ante Irán. Sin olvidar que esta potencia asiática asedió a los de Hierro, y a punto estuvo de empatar. Portugal, Marruecos y Rusia remontaron un resultado adverso ante España, otra prueba de su espantosa fragilidad.

Para quienes contemplamos el fútbol sin patriotismo ni un mínimo conocimiento de sus esencias, Hierro se limitó ayer a muscular la selección. Es decir, a reforzar el espíritu defensivo con Koke y a sustituir erróneamente a Iniesta por Asensio, cuando el relevo correspondía al inoperante Silva. Al sustituir a un barcelonista por un madridista se minimizaba el riesgo de secesión, pero también las probabilidades de victoria. Iniesta era la única baza incisiva para zafarse del fútbol acaramelado y afiligranado que comanda Isco, con la virtud de desarrollarse de espaldas a ambas porterías. Asensio es un Iniesta que se ha caído en la marmita de la poción mágica. Por desgracia para la selección, el mallorquín se quedó dentro de la olla y apenas si asomó la cabeza para fabricar el gol que España no supo conservar.

La selección puede alardear de que se impuso en todas las estadísticas, excepto en el marcador. Empezando por la inevitable sustitución de Lopetegui, España ha vivido un Mundial extraño, en el que Thiago exige autocrítica a los periodistas y a continuación cae fulminado de la alineación. La crisis empezó en la portería, pero se contagió sucesivamente a la defensa, al centro del campo y ayer a una delantera que solo supo mirar hacia atrás. Ahí se quedan.