Dicen que el Gobierno está preocupado ahora que los jugadores de la selección española ya lucen brazos tatuados por las playas de Ibiza, se nos ha acabado el Mundial antes de tiempo. Morituri te salutam. Y es que el fútbol, como dijo Sánchez Dragó, es el opio del pueblo. Esta historia es muy antigua, que yo sepa viene del circo romano. Cada vez que aparecían hambrunas, epidemias, soterramientos u obras de metro, se organizaban unos juegos para aplacar el malestar ciudadano. Se buscaban las mejores cuadrigas, los gladiadores más aguerridos, según el presupuesto, claro, y se regaba al pueblo con sangre, vino y arena. Pan y circo. Problema resuelto.

Ahora que la selección ya no puede entretenernos es posible que, llámenos ociosos, caigamos en la tentación de interesarnos por las medidas que está tomando el gobierno de Sánchez y los que los sujetan. Ya saben, me refiero al traslado de los independentistas a cárceles catalanas, al inminente acercamiento de presos etarras, imponer al presidente de RTVE, exhumar los restos de Franco, subir los impuestos al diésel o intentar derogar la prisión permanente revisable. Decisiones, todas ellas, tan cuestionables como alejadas de la urgencia que precisa el país en estos tiempos, como pudieran ser el tema de las pensiones, la calidad y duración de los puestos de trabajo, la inviolabilidad de la unidad territorial, la defensa de nuestras fronteras, la mejora del sistema sanitario, la anulación del impuesto de sucesiones o un sistema educativo competitivo. También es posible que, ante la ausencia de balón, los seguidores del PP se centren en atender qué ofrecen sus candidatos a la dirección del partido y caigan en la cuenta de que ninguno de ellos abomina de la sombra de Aznar, sino que se ponen de perfil entre los cargos que ocuparon hace años y las propuestas de futuro. Vergonzante proceso electoral con el abuelo cebolleta García-Margallo y su machacón erre que erre a la cabeza. Nunca me he fiado ni me fiaré de una persona que empieza el 70% de sus respuestas parafraseando extractos de frases célebres.

Así que este es el panorama. El fútbol nos adormece, nos narcotiza y nos aleja del estado de alerta. Los que estaban a favor de la moción de censura tacharán de facha a Rubiales. Los que se mostraron en contra le tildarán de antisistema, y todo por su probada contribución a echarnos del país de nunca jamás para devolvernos por la vía rápida a la tediosa realidad cotidiana.

A mí el fútbol me aburre soberanamente, pero reconozco que me pone, y mucho, el sentimiento de unidad y el pundonor con los que enfrentarnos al mundo. El ver los bares llenos de gente, también. Por eso me voy a tomar la libertad de imponerme un periodo de transición mental, aunque bien pensado no sé si prefiero imaginar a Sánchez con el trote cochinero por la banda izquierda o a Franco haciendo la estatua como De Gea. Espero que los bares sigan abarrotados.