Moríos

A mis 80 y tantos me sonó a insulto cuando lo oí, medio en broma, a propósito de las pensiones. Porque ahora aguantamos mucho más que antes sin morirnos. Y si los mayores de 80 desaparecíamos con una «benéfica» gripe selectiva la seguridad social y los demás respirarían aliviados.

Es evidente que moriremos y así obedeceremos, sin querer, a este imperativo. Aunque ahora caigo en la cuenta de que lo que dicen es moríos ya.

Y eso es mucho más difícil.

Si estuviera lleno de dolores probablemente buscaría descansar y hasta me enfadaría por las pocas facilidades que hay para marcharse cuando uno lo desea. Hay que conseguir implantar esas facilidades.

Pero vivo con mucho disfrute y así es difícil querer marcharse.

Yo estoy convencido de que después de la muerte tendremos todos una supervivencia eterna y feliz.

Pero a pesar de todo no hay manera a que me decida marcharme ya. ¿Pereza? ¿ Dudas que hacen temblar mi convencimiento?

Pero cuando y cómo irnos y con una fiesta de despedida, es el gran tema que tenemos los ancianos por delante. Mucho más asumible para los creyentes.

En cualquier caso siento que hacen falta demasiadas fuerzas -esas que van menguando- para tener el supremo detalle de decidirse a no seguir siendo una carga para los cuidadores. Sería el gran acto de amor.

Pablo Osés AzconaFuengirola