¿Me das el sí?, le dice él o ella a ella o él (el orden no denota) antes de hacerlo, estando ya como motos. Él o ella parece asentir, y ella o él insiste: debes decirlo alto y claro. Ella o él carraspea para aclarar la voz, entre jadeos, pero la excitación se la ahoga casi. Él o ella es muy legalista y vuelve a insistir. Ella o él saca fuerzas de calor y dice ¡que sí, coño!, ¿y tú?, ¿lo has dicho tú? Él o ella dice: yo lo he preguntado. Ella o él: vale, sí, pero ¿lo has dicho?, ¿quieres hacerlo? Él o ella (mientras la furia sexual se va aplacando): supongo que va implícito en la pregunta. Ella o él: ¿implícito?, eso no vale, ¿quieres o no? Él o ella: sí, ¿lo quieres por escrito? Ella o él: tampoco estaría mal, no vaya a ser que luego te arrepientas a la mitad. Él o ella: ok, voy a por papel y boli. Están ya fríos, claro. Ella o él: ¿no sería mejor otro día? Él o ella: vale.