Ya cuando era candidato, incluso candidato a ser candidato, el discurso de Pedro Sánchez no me encandilaba. Y estas semanas de gobierno no han hecho otra cosa que confirmármelo. Esta semana hemos tenido un buen puñado de anuncios, de nuevos planes, de futuras medidas. Que si la Lomce, que si una nueva bolsa de viviendas de alquiler, que si el diésel tiene los días contados... pero sin duda la que se lleva la palma ha sido ese encargo a los señores académicos de la RAE, para conocer las posibilidades de «traer al siglo XXI» la Constitución, adaptándola al lenguaje inclusivo que tanto se lleva últimamente. Tamaña estupidez ha generado ya reacciones. Me quedo con la de Arturo Pérez-Reverte: «Paren que me bajo», ha venido a decir, y no sin razón. ¿Alguien se va a sentir más o menos amparado por el texto constitucional si este pone en cada artículo españoles y españolas en lugar de españoles? ¿Alguien se siente realmente amparado por la Constitución en su día a día, o le hace torcer el gesto el lenguaje anquilosado y retrógrado del artículo 35.1 del texto? Ya saben: «Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo...» Porque se lo saben, ¿no?

Junto a la reformulación del texto constitucional, el Gobierno socialista quiere modificar el Código Penal reformulando las relaciones entre hombre y mujer: «Si no hay un sí, todo lo demás es no». Fulminaré cualquier pero a mis siguientes palabras rápidamente: la educación en el respeto a la mujer y la igualdad entre los dos sexos, dentro del núcleo familiar, el colegio, la universidad... son la mejor receta para evitar sucesos desagradables que todos tenemos en mente. Este camino inclusivo nos lleva a olvidar esos besos robados a la chica que nos gustaba, exponiéndonos a la cobra y la vergüenza pública, ese pico y pala de años que acaban en una boda en otoño, esos momentos como el de hace exactamente ocho años en Sudáfrica... ¿se imaginan a Iker Casillas denunciado por Sara Carbonero? Hablando de fútbol, el absurdo inclusivo de esta semana también ha traspasado fronteras y ha llegado, como no podía de ser de otra forma, al Mundial de fútbol de Rusia, en el que parece ser que la FIFA le ha dado un toque a los operadores televisivos para, ojo al dato, no enfocar a mujeres en el graderío. No sabemos si esta nueva norma excluye también del foco televisivo a la hincha número uno de la selección croata, su presidenta Kolinda Grabar-Kitarovic, que mañana estará en Moscú enfundada en su camiseta, y representando a todo un país. Se ve que no hay nada más cerdo ni más sexista en una realización televisiva que buscar lo curioso, lo llamativo y, claro, lo atractivo que al margen de lo deportivo comporta un evento deportivo.

Avanza el lenguaje inclusivo como bandera del feminismo, como una excusa y una justificación de que la sociedad en general trabaja por conseguir la igualdad, la equidad o como quieran llamarlo. Y la única realidad es que, así, jamás llegaremos a ser iguales.