El lenguaje encierra una moral, y vuelvo al profeta de Röcken: toda palabra es un prejuicio. Pero a la moral oficial del lenguaje oficial se contrapone el espontáneo. Veamos, por ejemplo, el sexismo en los nombres del sexo. El órgano del varón se llama pene (masculino); pero, ¿quién dice pene?, ¿cómo llama la gente a la cosa, fuera del diccionario?; responda cada uno con el primer nombre que le venga: siempre femenino. Ahora pasemos al órgano de la hembra, o sea, la vagina (femenino). Elíjase cualquiera de los que usa el lenguaje coloquial, y será masculino. Ahora salgamos del sexo, sin dejar el sexismo. ¿Habla la gente de ´los ciudadanos´ para referirse a la gente?. No, habla de ´la gente´ (femenino). Bueno, ya se que he mezclado cosas, pero, a lo que iba, con la lengua no hay quien pueda. Aunque la RAE lo intenta, a la hora de la verdad sólo apunta (en 4ª acepción: tomar nota).