Un día más y un día menos. Y así sucesivamente. En esa línea irremediable donde, para muchos, no existen más verdades que la brevedad de la vida y la seguridad de la muerte es donde vamos haciendo gasto del tiempo que se nos ha dado en la época que nos ha tocado vivir. A veces, sin mucha conciencia del mismo. Malgastando minutos, horas, días e incluso años en encrucijadas y atajos que, a la postre, no son más que una oda al tiempo perdido. Cantos de sirenas. Pero no se asusten. Tan así es que no hay que tenerle demasiado miedo. Ese gusto por lo inmediato, por planificar la vida y someterla al control del horario, del calendario y de las etapas vitales socialmente establecidas perjudica seriamente la clarividencia de las posibles respuestas a las preguntas trascendentales. Preguntas trascendentales que, por ser de siempre, por aflorar en lo más profundo de la mente humana desde que el mundo es mundo, pareciera que ya han pasado de moda o que se han vaciado de contenido, pero no es así. ¿Dónde vamos? ¿De dónde venimos? ¿Qué conclusión sacaremos de nosotros mismos cuando, desde la vejez, nos miremos al espejo y hagamos balance de nuestro camino? Independientemente de si se nos juzga o no, ¿estaremos contentos con nosotros mismos después de analizar la auditoría de nuestros días? Apenas hay tiempo para el cambio, no lo pierdan demasiado. Incluso para los que creen que la muerte representa la inconsciencia de un vacío eterno, no debe dar igual la idea, las historias o los sentimientos con los que nos recuerden quienes nos sobrevivan. Aprovechen mientras puedan. ¿A qué esperar? ¿Por qué arriesgarse? ¿No se dan cuenta de que llegar a los ochenta es una mera estadística de la que uno puede ser una sencilla excepción? Hoy estamos aquí, frente a los nuestros, junto a los que queremos. No falta casi nadie. Mañana, ¿quién sabe? La mortaja no tiene bolsillos. A la vejez no van a recodar, ni mucho menos, sus títulos académicos. Tampoco van a heredar sus escaños o sus puestos de trabajo en los consultorios médicos, bancos, supermercados, oficinas judiciales, escuelas o cafeterías. Posiblemente, se acuerden más de las carencias que de los triunfos. Abracen a quien deban, besen a quien deban, gasten tiempo y momentos de calidad con quien deban. Acompañen el dolor y la enfermedad, los hospitales y los tanatorios. Celebren la vida con la simplicidad de quien se siente de paso. Y perdónense, porque nadie es perfecto. Abran sus casas a los demás y reúnanse en ellas para desgastarlas y exprimir la vida. Coman juntos, beban juntos, viajen juntos. Graben buenos recuerdos. Procuren retirar a tiempo todo tipo de rencor, de muros, de vergüenzas. Porque al final, siempre al final, es cuando nos daremos cuenta de que ya es demasiado tarde para muchas cosas. Para las palabras que no dijimos, para reencontrarnos con quien perdimos, para transmitir lo que sentimos y para perdonar lo que, sin duda alguna, no tenía tanta importancia como para construir un reproche perpetuo. Por mi parte no tengo más que agradecer al Dios de la vida el espacio, el tiempo y las personas que me ha concedido. Pero también soy consciente de que son un momento, aire que llega para después irse. Encontrar y perder, ése y no otro es el orden de las cosas. Hay que estar preparado para cualquier tipo de encrucijada, pues la vida no entiende de excepciones. Aprovéchenla mientras les sonríe, agradezcan y amorticen cada encuentro como si se tratara del último. Y entréguense a fondo. No dejen nada para sí. Porque lo que está claro es que un final nos espera. Ya nos está esperando. Un final personal, con nombre y apellidos, para cada uno de nosotros. Tampoco pongan sus esperanzas en la fortaleza del planeta o en la humanidad. Tan frágiles son como nosotros mismos. Una gran bola incandescente atravesó los cielos de Málaga hace tan sólo unos días. Esta vez pasó de largo. No olviden que no somos más que los moradores de una piedra que, inmersa en una noche infinita, se mueve al compás de las corrientes gravitacionales. Nuestro último aliento pudiera ser, simplemente, cuestión de tamaño y de puntería.