Es un milagro que todavía pueda confiar en alguna gente. Me fío de los que dicen «subir arriba» y «bajar abajo». Me fío de los que se ponen chanclas y bañador para ir a renovar el abono de su equipo. Me fío de los que no saben beber dos cervezas y volver de manera decente a casa. Me fío de los que se ven en el videomarcador del estadio, durante el Mundial, y si su equipo está perdiendo no se ponen a saludar de repente

Confianza total en todos ellos.

Todos necesitamos un descanso. Lo bueno es que acaba el Mundial. Lo malo es que ya estamos con las pretemporadas. Lo peor es que los malos nunca descansan. Los malos son inagotables, pero de todas maneras nos apañaremos. Cuento los días para el inicio de las fiestas de mi pueblo. Tengo una misión que cumplir en ellas.

Cuando el Madrid fichó a Cristiano Ronaldo se me ocurrió un chiste con un abuelo de mi pueblo llamado Romualdo. El chiste es una pieza clásica de «Se abre el telón». Aparece Romualdo saliendo de misa. Nombre del jugador: Cristiano Romualdo.

Hasta ahí todo bien. Me hubieran escupido e insultado, lo típico, quizá alguien se hubiese reído, pero el caso es que Romualdo murió antes de que yo pudiera contar el chiste y no era plan de hacer bromas con familiares muertos, que además en mi pueblo debemos ser todos medio primos.

El caso es que Ronaldo se marchó a la Juventus y volví a preguntar a mi madre por el tema. Resulta que en mi pueblo hay otro Romualdo, que en invierno vivirán 50 personas como mucho, que debe ser Rodenas la cuna de los Romualdos. Y el caso es también que este año no se me puede olvidar lo del chiste, porque mi pueblo no es como el fútbol, que no nos deja en paz nunca. Mi pueblo te deja vivir. Mi pueblo lo piso de año en año y si no cuento el chiste no me quedaré tranquilo.

Mi objetivo principal en las siguientes semanas es acordarme de contar el chiste de Cristiano Romualdo. Mi objetivo principal de las últimas semanas era evitar un FIB con Inglaterra campeona del mundo. Objetivo cumplido: ahora asoma en Benicàssim un propósito colateral. Coger a uno de esos malos que nunca descansan, ponerle la camiseta de Croacia y soltarlo en las primeras filas del próximo concierto de Liam Gallagher.

Con Antoine Griezmann a ver qué hacemos. El Mundial del VAR se decantó con una falta que no era, un piscinazo de toda la vida, y con un penalti que mira, seamos serios, el fútbol no es a cámara lenta. Robar con el VAR es un atractivo y novedoso reto para los más tramposos. El VAR no acabará con la trampa ni con la polémica. Se resume en esa escena de The Wire, con el policía negando la existencia de la guerra contra la droga. «No es una guerra. Las guerras acaban».

Yo iba con Croacia, pero si a algún racista le jode que la Francia mestiza e interracial gane el Mundial, bien ganado está.