Planteemos ciertas cuestiones más o menos espinosas e incómodas alrededor del proyecto del Auditorio y la enésima plataforma para su realización.

1. ¿Son 3.800 firmas muchas, pocas, suficientes para justificar la demanda social de un equipamiento de esta envergadura e inversión? A mí, sinceramente, me parece una cifra raquítica. Teniendo en cuenta que el proyecto contempla un aforo cercano a las 2.000 personas, hablamos de una plataforma apoyada en sólo el doble de la capacidad máxima del inmueble.

2. El problema de estas plataformas es que las instituciones y quienes las dirigen (o sea, los políticos) terminan usándolas para sus propios fines (o sea, la política). Más o menos despejada la niebla de rifirrafes en torno al tercer hospital, el alcalde, Francisco de la Torre, necesita otro punto de fricción con la Junta de Andalucía para reivindicarse. Y, al final, todo queda enfangado. Porque, la verdad, estuve dos temporadas yendo a prácticamente todos los recitales de la OFM y jamás vi al alcalde por el Teatro Cervantes, y eso que, al parecer, le resulta tan prioritaria la clásica y su promoción. Quizás era (es) su protesta silenciosa por la falta del Auditorio.

3. Más que levantar el Auditorio, me preocupa cómo se va a mantener. Y ya no sólo en términos de dotación económica (que ya sabemos que aquí muchas veces pensamos nada más que en inaugurar), ni de asistencia a las funciones (que ya en el modesto Teatro Cervantes se ven notables huecos en el patio de butacas en muchos conciertos del abono filarmónico), sino, directamente, en cuestiones de programación. Tenemos una Temporada Lírica de apenas 3 ó 4 títulos al año, ¿cómo llenar de contenido un inmueble así con tan escaso bagaje y experiencia? Sí, los hagiógrafos absolutos del proyecto argumentarán que sólo hay 3 ó 4 óperas por temporada porque no disponemos del inmueble necesario para una agenda más sólida, completa; pero lo cierto es que no es Málaga una capital con un andamiaje en este ámbito tal que la buena gestión esté garantizada. A las claras, que aquí hay buenos aficionados, buenas asociaciones, buenos instrumentistas, buenos profesores, buenos ateneos y clubes de melómanos pero eso no asegura nada más que buenas intenciones. Y sin una masa social suficiente que justifique políticamente una copiosa inversión, la cosa se pone cuesta arriba.

4. Pero, en realidad, alguna infraestructura más potente debe tener esta Málaga cultural si quiere aspirar a acoger citas de cierta potencia. El Teatro Cervantes ya se ha quedado pequeño para una ciudad con, al fin, unas ambiciones culturales mucho más exuberantes. Por ejemplo, si el Festival de Málaga se dirige a la Academia de Cine para proponer la celebración en Málaga de una futura gala de los Goya, ¿dónde les decimos que la podemos hacer? ¿En el Teatro Cervantes, de apenas 1.000 butacas? ¿En el Palacio de Ferias? ¿En el Palacio de los Deportes José María Martín Carpena? De escaso aforo y poco adecuados ambos. Dicen los que saben de estas cosas que necesitamos como el comer una especie de, entiéndanme, Royal Albert Hall (Londres) o Parco Della Musica (Roma); espacios de espíritu libre (que acogen desde recitales de Steven Tyler a óperas, y citas más o menos socioculturales) y polivalente.

En fin, preguntas y reflexiones peliagudas en torno a un proyecto más complejo de lo que parece.