Para el escritor algo profesional, ¿qué es propiamente escribir?, ¿un trabajo?, ¿un juego (de/con palabras)?, ¿un modo de trascender la realidad, como el arte o la religión?, ¿una rutina?, ¿una necesidad?. En ocasiones, por circunstancias, no tiene uno el ánimo para escribir, pero intentarlo en tales momentos recibe a veces premio. El papel antes, y ahora la pantalla, es un espejo en el que uno se va viendo salir al exterior mientras teclea. En ese mismo desdoblamiento hay una liberación del sujeto que estaba encerrado en su mazmorra y sale a pasear al patio: cada renglón unos pasos, luego vuelta (salto de línea). Terapia aparte, con ese ejercicio a veces el cuerpo (de escritura) se automotiva, chisporrotea y da a luz algo. Otras no ocurre, la escritura no tira del ánimo, y es entonces cuando uno agradece que la brevedad del espacio del que dispone haga sonar la campana. ¡Clonc!.