El PP ha decidido que Pablo Casado es la mejor opción para recomponerse, para rehacerse como partido de centroderecha y de paso frenar a Ciudadanos. El PP ha vuelto, remarcó en su discurso triunfal el nuevo líder. Las esencias populares salen a flote con la bendición de Aznar, ausente ayer en el congreso.

Las promesas de integración, de unión, pregonadas por los dos candidatos, tendrán su primer frente abierto en Andalucía. Juanma Moreno, líder del PP andaluz, que se ha destacado junto con su jefe de campaña, Elías Bendodo, por un apoyo cerrado a Soraya Sáenz de Santamaría en estas primarias a doble vuelta, tuvo un respiro efímero en la primera votación, la de los militantes populares, que les fueron favorables.

Sin embargo, su lealtad a quien en su día le aupó a la primera fila del PP andaluz en contra de la opinión de Cospedal, le ha colocado ahora en una situación de incertidumbre. Andalucía, sus compromisarios (el 64% según sus cuentas), no ha sido suficiente para desequilibrar la balanza y se asoma además el fantasma de unas elecciones autonómicas anticipadas en las que no está bien posicionado.

Todo esto es nuevo para el PP. Nunca ha votado para elegir presidente y nunca ha exteriorizado tan alegremente sus diferencias internas. La izquierda es más de estos jaleos, de catarsis, de metamorfosis y de sectarismos, que se lo digan si no a Pedro Sánchez y a Susana Díaz. La integración, la transformación del PP está aún por ver.

Resurge de paso una figura del Partido Popular muy conocida en Málaga, que sin embargo teníamos olvidada. La que fuera alcaldesa de Fuengirola durante más de veinte años gracias a sucesivas mayorías absolutas y que dejó su sillón por incompatibilidad con su cargo de parlamentaria en Sevilla, está llamada a tener un gran protagonismo en el nuevo PP, en el núcleo duro de la dirección del partido. Es Esperanza Oña, quien desde el principio tuvo claros sus afectos a favor de Casado, o quizá mejor, en la dirección opuesta a la del aparato del PP andaluz. La política es un ir y venir, ahora me echan, ahora me llaman. Es una mujer tenaz. Tendrá mucho que decir.

Y puestos a especular, ante un pronóstico precipitado y apocalíptico de un PP descalabrado en las inminentes autonómicas, no sería prudente olvidar que el Partido Popular sigue siendo una formación política con una fuerte estructura y presencia consolidada en la comunidad andaluza, a diferencia de Ciudadanos, una formación aún en mantillas, aunque con más empuje, eso sí.

Lo lógico es pensar que los populares reharán sus filas cara a las elecciones andaluzas para intentar mantener el tipo. En caso de que se pensara en hacer cambios en el esquema del partido, se harían después. Si hay comicios anticipados, no parece acertado a priori un precipitado cambio de candidato. Aunque, como ya se ha dicho, es un escenario completamente nuevo para los populares. De momento, Juanma Moreno, tendrá que pensar en cómo digerir al exministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, que sale reforzado. Terrenos pantanosos en Andalucía para la actual dirección popular.

Bajando de nuevo a lo local, a Málaga, hay otras evidencias. Francisco de la Torre ha vuelto a ganar la apuesta. Una vez más, el viejo zorro sobrevive, un concepto infravalorado en estos tiempos de ideas disruptivas y revoluciones pendientes. Ha mantenido la alcaldía de Málaga contra viento y marea y se reafirma como un político solvente. Y ha jugado, además, en el mismo equipo que uno de sus ancestrales enemigos, Joaquín Ramírez, antaño jefe de los populares malagueños, vencido en su día por el joven Elías Bendodo, un perfil entonces, similar al del actual Casado.

En ese curioso grupo de casadistas también florece otro alcalde, el de Estepona, José María García Urbano, en quien tanto confió Bendodo. Precisamente, el presidente provincial ayer llamó a la unión, a empujar juntos, a resolver antes que nada el envite de las elecciones andaluzas, con el respaldo de la dirección nacional. Todo son proclamas a favor de la integración y del fortalecimiento del partido. Hay tensión. En Andalucía, y en Málaga, la cuestión es hasta dónde llegará la renovación, sin que eso signifique necesariamente un cambo radical de personas.

El campo se ha abierto y el nuevo líder nacional, que ha llegado al poder a la misma edad que Aznar, necesita tiempo. Al PSOE le gusta hablar de coser. Heridas, se supone. El PP también las tiene.