Se equivoca el alcalde, Francisco de la Torre, cuando asegura ver «muy alejado» este espinoso asunto: «Es un tema que no transcurre en Málaga ni tiene que ver con la gestión del CAC», argumenta para dar esquinazo a la denuncia de Marina Vargas. En estos tiempos en los que, por ejemplo, a un director de blockblusters como Guardianes de la galaxia le despiden sin miramientos por unos tuits escritos hace una década, resulta ingenuo pensar que la honorabilidad y la intachabilidad, incluso en la esfera estrictamente personal, son elementos consuetudinarios sólo a los cargos públicos. Cierto, Fernando Francés es un empresario privado con una concesión municipal, no es un cargo electo por la ciudadanía, pero él no se presenta en múltiples conferencias y actos públicos como «un empresario privado» sino como director del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga; es decir, representa a nuestra ciudad, de alguna manera. De hecho, el propio Francés se ha arrogado esa labor de representación cuando en varias ocasiones y en diversas ciudades ha desarrollado charlas sobre el boom de la Málaga cultural y el papel de los museos en la regeneración de una urbe. En todo caso, este tipo de confusiones, esta dificultad a la hora de deslindar lo público y lo privado tiene un origen claro, diáfano: que la gestión del CAC Málaga siga siendo privada, un auténtico sinsentido en una ciudad que se promociona con orgullo como «la ciudad de los museos».