Cada verano surge un debate político-moral acerca de las vallas de Ceuta y de Melilla. Es un debate equivocado, fruto de una mala conciencia que sustituye, como paliativo oportunista, a la falta de conciencia. El problema de fondo es que el mundo económico, social y cultural del que formamos parte, identificable con la UE, prefiere despilfarrar su riqueza a tratar de que los países en desarrollo mejoren sus condiciones de vida. La mejor prueba: la escasez manifiesta de los presupuestos de Cooperación al Desarrollo. Mientras eso no se afronte, y empiece a dar resultados, la valla será necesaria, y habrá que defenderla. La hipocresía reside en que partidos que no hacen nada serio para que se incremente de forma muy sustancial esa partida de los presupuestos, luego se escandalizan con los sucesos de cada año alrededor de la valla, confundiendo un episodio de fiebre con la enfermedad.