Me gusta caminar

Ayer volví de Bilbao con una idea muy clara: la meta es lo de menos, lo importante es el camino.

Me emocioné al llegar a lo más alto del Monte Avril no por alcanzar mi objetivo, sino por cada uno de los kilómetros recorridos. Por el esfuerzo traducido en sudor y reflexiones en soledad.

Me gusta caminar. Generalmente camino mucho y camino con paso firme, intentando no resbalar en mis recuerdos, no ceder ante la melancolía que desata la debilidad de la carne o, peor, la del corazón. Camino porque, a veces, caminar tanto abre heridas, las oxigena, las esteriliza, las ayuda a cerrarse sin cicatriz. Estirando la piel, emborronando las marcas, haciendo hueco en la memoria.

Y si encima el camino recorre el País Vasco (ese gran desconocido) y te toca hacerlo, siendo mujer, cuando un conocido preso se ha fugado de una cárcel cercana… Entonces la emoción se multiplica. Porque muchas íbamos solas y nos sentíamos desprotegidas, vulnerables y abandonadas por la justicia, pero llegamos.

Buen camino, valientes.

Agustina Falón FernándezMálaga

LA APONÍA

Palabras del filósofo Gustavo Bueno:El gremio es el refugio de los cobardes. El gremio es el sucedáneo de la sociedad. La sociedad ideal no es la utopía, la sociedad ideal es el gremio, es el lobby. Es en el gremio donde el ser humano se encuentra más feliz cuando decide renunciar a la lucha y renunciar a la libertad. El que busca la felicidad, debe saber que la felicidad implica lo contrario. Una felicidad eterna sería demasiado aburrida. Bernard Soo decía: No hay nada más horrible que 5 díaS de felicidad. No se lo deseo ni a mi peor enemigo», También Epicuro ratifica estas palabras en su famosa doctrina de la aponía, en donde el placer (la felicidad), es la cesación del dolor. Gotthold Ephraim Lessing decía:Si un día Dios me diera a escoger entre dos sendas: la felicidad, la paz y la del trabajo, del dolor, la investigación. Yo le diría: Dame el segundo camino y quédate tú con el primero. Todo el mundo tiene derecho a buscar la felicidad pero, lo importante a tener en cuenta son los medios. Y en tal sentido cabría preguntarse: ¿Qué precio precio estamos dispuestos a pagar por ser felices? ¿Qué es lo que estamos dispuestos a vender por conseguir esa felicidad imaginaria que la sociedad nos ofrece?

Venancio Rodríguez SanzMálaga