¿Otro filme de incomunicación entre generaciones?, ¿una vuelta de tuerca sin filosofía a la filosofía del suicidio?, ¿trata de la vieja Europa y los nuevos bárbaros, invitados a la mesa que se acabaran haciendo con ella sin necesidad de empujar?, ¿es una exposición de cuadros sobre el desamor?, ¿trata de la crueldad, en su forma más cotidiana?, ¿un homenaje a Buñuel?. Podría ser todo eso, pero además un soberbio ejercicio de estilo de cómo hacer humor sin una gota de humor, sólo dejando que la vida se cuente libre de adherencias emocionales de cualquier tipo. Así que lo que hay debajo de todo no era la incomunicación, la pulsión de muerte, la lucha de clases, la falta de amor o la crueldad: si marcamos distancias y enfriamos la vida hasta el punto en que pierde emotividad subjetiva, la inteligencia ríe, una recompensa de la propia mente por haber dado con el quid. Un happy end.