En la información genética de cualquier españolito de a pie (grupo que visto de lejos formaba la llamada antaño clase media y de cerca es una señora o un señor para quien su mayor alegría es mirar la cuenta corriente temblando pero poder exclamar: «Bueno, pues ya está todo pagado») hay cuatro o cinco frases que advierten sobre lo fútil de las alegrías y lo vano de la credulidad. Aún así, cuando uno abre el periódico o lee en las redes sociales que ADIF y la compañía de transporte estadounidense Virgin Hyperloop One han firmado este martes un protocolo para establecer en Antequera un centro de experimentación del nuevo medio de transporte hyperloop, posiblemente aprovechando parte de las instalaciones de prueba que ADIF tiene para la Alta Velocidad, automáticamente enarca una ceja. Si ya lee en la página siguiente que se va a construir de forma inminente el mayor puente de madera de Europa, que unirá Guadalmar con Sacaba, salvando el Paraje Natural Desembocadura del Guadalhorce, ya hay riesgo de caerse de espaldas.

Pero, oiga, ¿Usted todavía se cree esas cosas? ¿No ha sufrido ya suficientes decepciones, no ha visto proyectos cuyos recorridos acababan en una infografía con música de Kenny G., no tiene una carpetita de recortes con la etiqueta de Cosas que se pudieron hacer por Málaga que ya tiene el grosor de un tomo de la Espasa?

Pues sí, me lo creo. A pesar de todas las decepciones, a pesar de todas las ventas por catálogo electoral, a pesar de que dure poco la alegría en casa del pobre, y que nadie dé duros a cuatro pesetas, no puedo evitar tener ese resquicio de ilusión porque nos toque algo en la pedrea de las cosas que le pasan a ciudades y provincias. De esa ilusión se aprovechan, está claro, pero prefiero mantenerla por mucho que suene de fondo la frase «Días de mucho, vísperas de nada».