El «efecto llamada» se ha convertido en «efecto bumerán» para el Gobierno. Las buenas intenciones han durado poco ante el aluvión de africanos y, tras el baño de realismo, Pedro Sánchez se encuentra en el centro de la diana de las críticas de las ONG y de la oposición, que le recuerda sus advertencias. Las cosas volverán al lugar en el que se encontraban antes de la llegada del Aquarius. Del recibimiento con los brazos abiertos, los inmigrantes de los barcos volverán al protocolo de los que cruzan el estrecho en pateras. Con ello se resume el famoso dicho: «lo que no puede ser, no puede ser y resulta, además, imposible». Es innegable que se produjo un efecto llamada tras el emotivo recibimiento del Aquarius, porque a partir de ese momento otros muchos miles de inmigrantes creyeron que la respuesta sería igual para ellos. Ahora comprueban que no, y si escarban un poco se darán cuenta de que todo consistía en simple propaganda. No lo harán porque, lamentablemente para ellos, tienen otras cosas de qué preocuparse, empezando por la supervivencia en un mundo que les devuelve a la cruda realidad. El daño de crear falsas expectativas lo sufren los infelices que más tarde son defraudados. Naturalmente existía un drama humano y había que intervenir para salvar vidas. Lo que no se hizo al mismo tiempo fue recalcar que se trataba de una situación excepcional. El problema de la inmigración no lo puede resolver este Gobierno ni ningún otro en soledad ofreciendo asilo a todos los que tienen pensado entrar en Europa cruzando esta puerta.

Hay que implicar a la UE, comprometer a Marruecos y negociar con los países de origen medidas eficaces para racionalizar el éxodo.