Estamos de Feria en Málaga. Silbo por la calle. Lo hago desde que tengo memoria. Mi madre sabía cuándo volvía a casa del colegio (antes los niños íbamos solos al colegio desde mucho antes) porque me oía silbar. También porque mi perrilla ladraba (porque me oía silbar, también). Esta semana hay muchas cosas que poner en solfa. Todavía creo que lo poco que nos pagan a quienes, como quien esto firma, lleva décadas en esto, es por ponerlas en solfa (aunque no necesariamente sea ya verdad o, al menos, habría que matizarlo mucho). Pero esta semana de Feria voy a ser feliz no pensando demasiado. Al menos esta semana. Ojalá Dios o el natural determinismo de ser sólo humano nos dé esa tregua, a todos. Ojalá.

Anaquel

Limpiando el polvo de un anaquel de la biblioteca con la mano, he terminado tirando del lomo de una vieja edición de Las aventuras de Tom Sawyer que, espero, alguna vez leerán nuestros hijos, los de todos. Y ahí está la explicación de cómo conseguir esta felicidad: «[...] dos minutos más tarde, o incluso antes, Tom había olvidado sus dificultades. No porque sus problemas fueran menos pesados y amargos para él de lo que los de un hombre son para ese hombre, sino porque un nuevo interés los venció y los desterró de su mente por el momento, igual que las desgracias de un hombre se olvidan ante la emoción de nuevas empresas. Este interés nuevo era una valiosa novedad en su forma de silbar...» (Las aventuras de Tom Sawyer, Mark Twain. 1876).

Felices, no tontos

Ser feliz no tiene porque coincidir con ser tonto. Que no lo piensen quienes nos vean silbar. Sobre todo, aquellos que preferirían que lo fuéramos. Más bien tiene que ver con aprovechar todo esto sin enmierdarlo más; con ser generoso y solidario con quienes nos quieren y se alegran de vernos felices. Si somos felices nos costará menos comprender sus tristezas y no les contagiaremos las nuestras. Esa felicidad no es la del ignorante. Que no se confundan, por ejemplo, quienes saben que jamás un rascacielos en el morro del puerto será el icono del cartel de Feria, como lo es esa tierna Farola de juguete en el cartel de Feria de este año. A no ser que esta ciudad se haya despersonalizado tanto y a tal ritmo que sus vecinos se hayan convertido sólo en habitantes de un territorio cualquiera, en vecinos franquiciados con menos alma y almanaque aún que los robots de Westworld; en personas que hayan perdido su condición de ciudadanos, en concreto, de ciudadanos malagueños.

Málaga en herencia

«Tenemos una responsabilidad con nosotros y con los que vienen. Hay que dejar Málaga mejor de lo que la encontramos». Son palabras de otro escritor y pregonero de la Feria de Málaga. ¿Nos costaría mucho que en los colegios les enseñaran a nuestros hijos esta respuesta de Pablo Aranda (junto a sus libros Fede quiere ser pirata y El colegio más raro del mundo)? Por supuesto que cada cual podrá decir que lo que él cree es lo mejor para el futuro de la ciudad. Pero no se trata de arrimar la frase a la ascua de cada uno. Se trata de crecer con ese valor moral por encima de los intereses particulares. Sería la versión local y, por tanto, universal (como bien advertían Faulkner y otros que hicieron de su espacio cercano el laboratorio de estar vivo en el mundo) de la frase de Kennedy: "No pienses en lo que tu país puede hacer por ti sino en lo que tú puedes hacer por tu país". Aunque, en realidad, la frase se la escribió otro escritor, Theodore Sorensen. Todo apunta a que Sorensen fue el negro de su admirado J F K, incluso como autor del libro por el que Kennedy y no él se llevó el Pulitzer en 1955, Perfiles de coraje (una compilación de heroicidades históricas protagonizadas por senadores norteamericanos).

Pregonero Aranda

Pablo es la mejor Málaga. El tío más perita para irse de copas, porque le surge reírse de todo lo que tiene gracia sin la obligación de hacerse el gracioso. Cuando encarta cecea como un bolichero de El Palo, pero me descubrió a Fernando Aramburu antes de Patria y se ha montado en muchos aviones además de en alguna jábega. El pregonero Aranda es uno de los aciertos, como ya hemos celebrado muchos, de esta Feria. Como lo es repartir por el real y por el centro (este año también en la Plaza de la Merced, aunque no sé yo si a las cuatro de la tarde la guitarra no está que arde) actuaciones de artistas malagueños; además de continuar con las pandas de verdiales por calle Larios y mantener su idiosincrásica caseta en el cortijo de Torres.

¡De Feria!

Por todo, este año descanso de la pugna feria noche feria día (bastante contento estoy porque la espantosa tribuna oficial de la Semana Santa será más chica). Y de recordar que hay cosas que a uno le gustaban más antes. Soy consciente de que, como decía el verso de Neruda: «Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos» Así que nos vemos en la Feria. Divirtámonos lo mejor que sabemos, y debemos. Por nosotros, por los que nos recordarán y... Porque hoy es Sábado