Ya está aquí la Feria, signifique lo que signifique eso para ustedes. Para mí se traduce en rutas alternativas para llegar al trabajo, suelos pegajosos en las calles del Centro, rumor de alegría desbordada procedente del exterior mientras edito, tuiteo o renderizo, un día libre en mitad de la semana y, puede, una cerveza o dos con alguna visita a la ciudad. Recuerdo que las primeras referencias que tuve, hace años ya, de la Feria de Málaga, fueron muy similares de dos personas que hoy apenas se conocen y que entonces en absoluto: «En la Feria de Málaga me he cogido yo la mayor borrachera de mi vida», venían a decir quizá no con esas palabras exactas pero sí con algunas parecidas o incluso más enfáticas. Parabienes y alabanzas de veinteañeros para una fiesta, la de día, que duraba unas cuantas horas más que hoy. Todo tiene que ver con el tiempo. El que ha pasado y el que vuela apurando el Cartojal, o lo que se tercie. Ya habrán notado por el puñado de palabras que llevamos y la distancia desde la que están escritas que mis pies han pisado el albero justo y necesario para saber que, de feriante, poco. Recuerdo sin acritud algunas visitas a las ferias de Jerez y El Puerto de Santa María, incluso con cariño, compartiendo cervezas, pimientos fritos y buen pescaíto con amigos y compañeros, pero siempre con la sensación en el interior de que, como se solía decir por los Siete Reinos, la noche es oscura y alberga horrores que al día siguiente se traducían en el periódico de turno en cuatro heridos tras una reyerta en la caseta tal o cual. Pasé cuatro años estudiando en Sevilla y visité dos veces la Feria de Abril. Ni recuerdos tengo de ella. Sí tengo un gran recuerdo de la Feria de Jaén, la de San Lucas. Quizá sea porque ni tiene tanto nombre, ni está (o estaba) tan masificada, y porque es entonces cuando te das cuenta de que la feria no es el lugar, la feria es uno, sus circunstancias y su compañía.

Más allá de modelos de feria, de casetas públicas o privadas, de que cada año vengan los mismos a dar los conciertos, la feria no es lo mismo para el chaval que ayer encontraba el amor efímero en La Malagueta a la luz de los fuegos artificiales, y que hoy buscará otro amor igual o más breve aún, que para el padre de dos niños que va a gastarse más en el gusano loco que en cerveza. Hay mil ferias dentro de la feria. Vivan la suya, que yo viviré la mía, pero por favor no se quiten la camiseta por mucho calor que haga, que queda feísimo.